Composición ingenua

En este pueblo vivía una mujer que amaba las fragantes sustancias. Con paciencia y sabia dedicación, había experimentado hasta convertirse en una experta perfumista.
No comerciaba con su talento, pues consideraba degradante obtener dinero por una tarea que le causaba estricto placer.
La mujer de los perfumes había conseguido elaborar uno especial para cada día de la semana. Los lunes, eran jazmines y caléndulas silvestres.
Los martes, el dulce y profundo musgo de roble.
Los miércoles era el turno de los hesperidios: limas, pomelos, mandarinas rotundas y definidas.
Los jueves, el día de los aromas ahumados de maderas y cueros, una reminiscencia de lo antiguo.
Los viernes la mezcla incluía fresia, loto, azucena, rosa y un magnético toque de almizcle.
Los sábados, sándalo y vainilla.
Los domingos, lirios y magnolias , y rojos pétalos de amapola.

Su perfume, intenso, envolvente, territorial, inundaba los espacios por los que ella transitaba día a día. La fragancia la precedía, y normalmente dejaba su impronta de frescura o inquietud al retirarse.
De manera que la gente del puebo empezó a administrar sus días por el perfume de la dama. El relente de maderas avisaba que ese día había estrenos en los cines.
Si uno amanecía con una sensación de pradera entrando por la ventana, se iba a misa.
Un día la perfumista decidió cambiar el orden de sus aromas. Aun siendo sábado, se bañó en su rocío de caléndula y jazmín.
Los panaderos del pueblo, sin dudar, bajaron sus persianas. Los niños acudieron a las escuelas. No hubo función de teatro ni cine de trasnoche.
El día siguiente, en lugar del esperado y sereno olor a bosque húmedo, la mujer impregnó sus pasos de una sutil frescura limonada.
Ese día, la confusión fue completa, incluso se formaron bandos opuestos. Hubo peleas, rabietas, argumentaciones.

La dama de los aromas se mudó del pueblo, desilusionada por tan poca tolerancia ante las innovaciones.

1 comentaron esto...:

Davor dijo...

Muy lindo... un buen mensaje... me gusto mucho

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