Increíble que hace ya NUEVE años que estamos compartiendo tiempo con este amigo.
Google cómo te quiero. Jejeje

Sinsabores

8:19 p. m. | 2 Comments

Un sueño…un sueño como no he tenido antes. Asalto todas las reglas de la decencia psiquiátrica, sueño con colores vívidos y hasta con perfumes, en sueños me recorren cosquilleos, y hay calores o fríos que se apoderan de mi cuerpo dormido.
Mi fábrica de sueños subversiva se sigue desmadrando en forma impropia.

La punta de mi lengua toca la comisura tersa de sus labios.
Siento un sabor fresco y profundo, que se desliza mansa, mansamente. El sabor de los besos que no me dará. Son besos como ríos… sí, como ríos…
Luego, diáfana y veloz, en un único rayo de suplicio y deleite, una sucesión vertiginosa: aquel último sorbo a su café, el no-gusto del hielo triturado, el dulzor egoísta del chocolate, el bouquet de los vinos que nunca probaré, el ardor del picante que no ha de sazonar cierta cena, la pitada generosa y plena al mate amargo, el último redondel de la pastilla que hay que morder, así lo exige la tradición de la menta blanca.

Abro los ojos, me siento, trago en seco. “Era un sueño” me convenzo.
Mientras desayunamos, mi hija pregunta “Mamá, tanta miel le ponés al té?”
“Es que no le siento el gusto” Trago en seco de nuevo: sí, fue un sueño pero me ha dejado sin sabores. Y sinsabores. Vierto más miel, una tosecita rasguña mi voz.
“Mamá, ¿qué te pasa? ¿Estás llorando?”
“Me duele un poco la garganta, no es nada”


Anoto mentalmente los sabores del sueño, se me pierden algunos, carraspeo y sigo tomando de mi taza, de a sorbitos, hasta que pasa el nudo, -salado, agua de mar- y el día empieza a organizarse en una lúcida sensatez que me asegura que todo está muy bien, que son las 7 y 5, que los ángeles son alucinaciones, que los besos no son como los ríos.
Dicen: el fuego purifica, el fuego limpia, el fuego todo lo esteriliza.
Pero aquí no, nada de eso... este fue un fuego impúdico y degenerado, un fuego apestoso y ladino que se cargó sobre todo recuerdos: fotos, baberos, juguetes, primeros dibujos, primeros zapatitos.
Un incendio, hecho y derecho.

Ya no importa cómo empezó ni por qué, pero indudablemente pega un hachazo en la vida de todos los que rodeamos -emocionalmente, se entiende- a esa casita en la zona de chacras.
Ahora que lo escribo siento y me temo que sí, que importa, ay, importa y exporta, lleva carga, dobla la espalda...

Fuego en el cielo: se quemó la casa de mi hermana.
Se quemaron un montón de cosas, se chamuscaron otro montón, se tiznaron los sueños y los peluches, se ennegrecieron las sábanas, las ventanas reventaron como rosas de vidrio, primavera-dolor, lágrimas hirviendo...
Fuego invasor hediendo a rabia, fuego que derritió cosas queridas y devoró los pedacitos de esos breves elementos que nos construyen: una cinta trenzada, un llavero que trajimos de algún sitio, los imanes sobre la heladera, el fondo de pantalla de la compu -derretida como una monstruosa manteca gris perla-, las ecografías de los bebés que ya no son bebés, los regalitos artesanales del día de la madre, las marcas en la madera de la puerta, que iban contando su historia del crecimiento en lenguaje de puras rayitas...

Dice que las paredes calcinadas rezumaban un humo lento, como aliento de un moribundo...
Que los bomberos aplastaron el calor y lo trocaron en una mojadura entremezclada, un tiro de remate al desastre, que provocó aun más tristeza, más desolación.
No se pueden agregar muchas palabras, Benedetti opinaría que "es arduo decir algo que realmente no sobre".
A la noche del día siguiente, mientras intentábamos resoplar y hablar de otras cosas, patear aunque sea para mañana la resolución de los muchos interrogantes que se encendieron con el incendio, le dí a Cielo su cangurito de peluche, un poco más tostado de lo debido, pero limpito y fresco después del paseo por mi lavarropas. La ví abrazarlo con una sonrisita aliviada, acunarlo amorosamente, mostrárselo a mamá con inocultable orgullo. No todo se quemó, pensé.
Habrá que hacer de tripas corazón, aprender más, tomar la feroz lección, recomenzar, pelear.
Cielo, después del Fuego.
Qué poco sutil te salió la metáfora, Señor de Arriba.


Llegó la Prrrrrrrrrrrrrimavera again!
Qué callada quietud...qué sublime emociónnnn!!
(la primavera me calienta la sangre...pero me pone cursi...jajajaja!!)


"Antes de la victoria llega la tentación" dice Sai Roland.
Tentación, tentáculo, tentempié. La TENTACIÓN en rojo y con mayúsculas. Una figura que nos subyuga mezclando a partes iguales lascivia y placer prometido.

No nos dejes caer en la tentación, decimos en el ruego del padrenuestro. Claro, porque si caemos, no venceremos. Si caemos, será en extremo difícil plantar hortalizas en nuestros quedos jardines de la victoria.(*)
Repaso rápidamente cuatro o cinco momentos que podría calificar como "previos a la victoria" y, en efecto, reconozco en todos ellos la hendedura del diente amargo y seductor de la tentación.
Lo estás por lograr, estás a un centímetro de lograrlo, a un día, a un puñado de palabras pronunciadas como un sombrío epitafio de lograrlo. Es entonces cuando sobreviene la tentación.
Irreconocible, porque se camufla de excusa casi siempre. Porque la tentación nos sirve para explicar por qué no alcanzamos la victoria, y descargamos en ella el peso de nuestra desidia o cobardía.
Iba a poner aquí varios ejemplos. Algunos, autorreferentes. Otros, observados en vidas ajenas.
A cambio de los ejemplos, las preguntas: ¿estuviste rozando los bordes de la victoria y apareció la tentación, disfrazada de sentido común, de miedo, de pereza, de obsecuencia, de comodidad, de morbo, de ganancia fácil, de estúpido preconcepto?
No digo que sea insuperable. Pues, en ocasiones, la tentación llega y el interpelado la supera o le mata el punto. (Sí, a veces yo también la derroté, qué diablos...)

Lo malo es que seamos tan sorprendentemente predecibles. Tanto como para caber en una frase bienaventurada. 
Hace pocos días un lector camaleónico, me decía en un comentario que por favor guardase estas cosas que escribo, últimamente con menos fortuna y más cansancio del que elegiría.
Yo, como siempre, desafiando al Destino, dije que bueno, y que no me importa tanto y que todo viene y va.
Entonces hoy, así, sin previo aviso, sin anestesia, sin toquecito en el hombro, así, en seco y a tración, parece que todos los blogs que nos habíamos resistido a la renovación de las plantillas "beta" sufrimos un despiadado desmembramiento.
Chau fotito, chau fondo bonito, el blog quedó consumido y reducido a un escrachante montón de palabras en negro y azul. Sentí que el oscuro vaticinio de "esto puede desaparecer en cualquier momento" se cumplía con siniestra precisión. Primero lo atribuí a un error momentáneo. Después me dije que demasiada compenetración con las tramas empapadas de conspiración de Stephen King me estaban jugando una mala pasada: dios, me estoy imaginando extrañas conexiones con energías de otro(s) mundo(s)...

Y bueno, no se perdió tanto...algunos esfuerzos, algunos "widgets", un link que otro...
De paso me puse a editar y saqué, anticipadamente, la actualización de la primavera.
Que tengan largos días y placenteras noches.

Fallido

8:02 p. m. | 11 Comments

Escribiendo una presentación para un grupo de alumnos de un posgrado, digo de mí misma:


"Me he desempañado en todos los niveles
del sistema educativo argentino"

Y sí. Algo de eso hay. Mientras cientos y miles de enseñantes se aletargan, se les agria la boca, se vuelven mezquinos juntapapeles o simples víctimas de una maquinaria que te tritura las ganas, yo pude (supe, me ayudaron) transitar por todos las franjas de aprendices haciendo casi siempre una labor que me gustó.

La escuela, un vidrio empañado de polvo, de bruma, de escarcha.
No me volví polvorienta ni opaca. Yo me des-empañé. :)
¿Ustedes recuerdan que en la escuela primaria nos enseñaban que el hombre era "un animal racional"? Eso le daba cierta supremacía indiscutible sobre, digamos, los perros, los atunes o los zorros. Estos podían pensarse desde la óptica humana como guardianes, como comida, como abrigo o símbolo de estatus. Y punto.
Allá por la adolescencia leí un osado periodista que argumentaba que esa distinción entre un ser capaz de razonar y otro que no, era una falacia, ya que lo único que no era (¡aún!) técnicamente posible era demostrar que los animales, algunos más que otros, realizaban verdaderas proezas racionales. Creo que decía algo como "he visto más a un gato razonar que sentir. Y si bien podría sostenerse que los sentimientos van "por dentro" y las razones se exteriorizan, es igual de probable que "por dentro" un cangrejo sea capaz de resolver ecuaciones de segundo grado". Gracioso.
Como sea, la espina estaba puesta en que no servía como línea divisoria la racionalidad (de hecho, el ser humano, con tenaz y corrosiva perseverancia, se empeña en dar muestras de lo contrario) y que entonces la diferencia entre el homo sapiens y el resto de la animalada variopinta que nos acompaña en la navecita Tierra tiene que pasar por otro tamiz. Yo diría, por muchos otros. Por muchísimos otros.

Pato escribiaToda la introducción viene a cuento de cómo me he sentido estos últimos días, acechada sin tregua por las emociones. A toda hora, en sueños, despierta, haciendo las cosas más intrascendentes, como bajar una escalera en el subte, o disolver un caldito en una taza. Haciendo cosas que considero importantes, como rajar temprano del trabajo y salir a almorzar con mis cachorros, con la punzada de la gripe implacable en la garganta, pero feliz de tener ese rato extra con ellos, escuchando sus deliciosos sinsentidos.

Todo el tiempo, sin paz, sin interrupción, esa sensación de vulnerabilidad ante las emociones.
Todo el tiempo sintiendóme conmover por casi todo. También sintiéndome absurdamente culpable...
No obstante, no dejo de ejercitar mi parte intelectual, mi parte hiper racional, mi mente tejedora que se siente tan a sus anchas en Internet. Busco más, leo más, me voy por pasillos de palabras y de gentes y de mundos. Me percato de que usé la palabra conmover.
Y conmover es "mover con": mover con fuerza, mover con intención, mover para provocar ternura, para provocar inquietud.
Vienen la gripe, la fiebre por las noches, los sueños densos, este ganglio que duele, por dios, y cómo duele, qué molesto, esta piel que no se cura, qué incordiosa, qué injusta, este trabajo que me gusta pero me exige demasiado, este fatal cansancio del cuerpo, esta sensación de "me ahogo" unida a la certeza de "pero puedo seguir".

me refugio en los miosY más allá de todo eso, el zumbido de la emoción siempre dispuesta, tensa y alerta, metida a traición en el tembleque de la voz, en el lagrimal que se contiene poco y nada, en el latido que se acelera tontamente. Y en ese frío extraño...más extraño con estos días de inusitado calor en Buenos Aires.
En un sabio mensaje que me llegó desde Rincón del Sauce, don Explicatodo me dice que lo que yo tengo es tos, pero en el alma. Que pruebe el jarabe con el que se curó del mismo padecimiento, que se llama "me refugio en los míos". Mire que tienen nombres estrafalarios los jarabes, eh.
Lo loco de esta sensibilidad exacerbada es que me hace vibrar en tonos infrarrojos y ultravioletas, podría decirse: en toda la gama de lo que puede captarse siendo esto que somos, un animal emocional. Me alegro con euforia inocente, o experimento una nostalgia que con pasmosa velocidad muta en desasosiego.

Roland, la rosa, la TorrePongámosle, por caso: a mí que nunca me gustó esa flor, resulta que leo una historia de tanta pasión en torno a una rosa en La Torre Oscura, que termino por sentirme aturdida de pena y de gozo ante el aroma de un jardín de rosas rojas, o me detengo abrumada a ver de cerca el rocío en la corola de un pimpollo.
Hoy me veo desvalida o exótica, tratando de mantener el equilibrio en un mundo que se ha movido, que se sigue moviendo. Quise acorazarme para no llegar a este momento, pero por no aprender de la naturaleza causé un daño mayor: cuanto más duro es el caparazón, más blando e indefenso es lo que recubre. En cuanto se agrieta un poco esa armadura, lo que penetra lo hace de un modo devastador...

Así que me descubro agitando la bandera blanca de mis torpes y netas emociones. No hay trucos, no hay capacidad de negociación. Bandera blanca. Paren un poco, che.

.:.

1:01 a. m. | 6 Comments

MAGIAPALABRA
Un tipo se dirige a otro llamándolo "juntaletras" para insultarlo.
"Aprende a escribir bien, juntaletras" le espeta, con desprecio y superioridad.
Parece que el insultado ha profanado algo misterioso, delicado, valiosísimo: las palabras.
Esas unidades de sentido que nos nombran, nos inventan, nos señalan. Que nos permiten capturar un momento, empezar la historia, recordar más allá de nuestras endebles pláticas.
Siento un enorme respeto por las palabras. Sé que algunas de ellas pueden salvarnos.
Sé que existen palabras capaces de provocar la cura o la redención. El velo de mi paladar conoce el sabor de la palabra que no he pronunciado a tiempo. La fina percepción de mis oídos sabe de sobra cómo es de hondo el silencio de las palabras que no escuché.
Hay mucho de magia en el lenguaje humano. Quién sabe, como dice Yourcenar en Opus Nigrum, hay magia en todo. O la había:

"En cierto sentido, todo era magia: magia la ciencia de las hierbas y de los metales, que permiten al médico influir sobre la enfermedad y el enfermo; magia la misma enfermedad; magia el poder de los sonidos agudos y graves, que inquietan al alma o la sosiegan; magia sobre todo el virulento poder de las palabras, casi siempre más fuerte que las cosas y que explica los asertos del Sepher Yetsira, por no decir del Evangelio según San Juan. El prestigio que rodea a los príncipes es magia y magia los negros cadalsos y los lúgubres tambores. Mágicos son por fin el amor y el odio, que imprimen en nuestros cerebros la imagen de un ser por el que consentimos dejarnos hechizar."

Todo es magia: dejarnos hechizar por el amor, dejarnos arrasar por el odio. Hay magia en los asertos del Sepher Yetsirah...el libro sagrado donde Abraham monologa, el tratado poético, matemático, combinatorio, que se considera el inicio de la doctrina de la Kabbalah (hoy de moda gracias a la contribución de la pop star, Maddonna...pobres estudiosos de la kabbalah, tener que bancarse por semejante puerta de entrada a la oleada de nuevos aprendices por esnobismo...)
Una de las preocupaciones claves de la Kabbalah es la búsqueda del nombre de Dios. No se ponen de acuerdo los místicos acerca del número...unos dicen que son 72 , otras culturas hablan de 99, otros de unos mil (cuyo conocimiento estaría repartido equitativamente entre los grandes profetas y sabios) y don Arthur Clarke se aventura con un número más ampuloso. Él habla de los 9 mil millones de nombres de Dios y se lanza a imaginar una comunidad de monjes tibetanos abocados a combinar pacientemente a través de los siglos todas las opciones posibles para escribir ese Nombre. La palabra entre las palabras.
La tecnología mete su cola, acelerando la producción de combinaciones, según ciertas reglas , y... Bueno lean el cuento si aún no lo hicieron. Es breve.
Me he preguntado si también a alguien se la ocurrió ya la idea de entrenar a una máquina inteligente para leer los libros sagrados al estilo que plantea la kabbalah: tomando en cuenta las letras escritas pero también los espacios en blanco. Me imagino que aún no existe semejante monstruosidad metiéndose con la sagrada magiapalabra del misticismo...
Después de todo, no nos sentimos tan terrenales, tan hiperconscientes de la materialidad de la existencia como para permitirnos de veras desconfiar del valor mágico de ciertas palabras. Dios es grandeAlbergamos la misma esperanza mansa y reconfortante que en otros tiempos nuestros antepasados depositaron en sus brujos, chamanes, machis o curanderos. Sólo que cambiamos de destinatarios. Tenemos a la medicina, a la ciencia, a la publicidad, a la política.
Esperamos que sus palabras nos resuelvan cosas, nos curen, nos aumenten el sueldo, nos borren las arrugas,nos perdonen, nos quieran. Les tenemos fe. O seguimos sintiendo, secretamente, su magia.
Abracadabra, magia palabra.

Dejate llevar

8:02 p. m. | 2 Comments

Vi las dos escenas con diferencia de dos cuadras, y de unos pocos minutos.
Una era una nena como de unos seis años. Pálida, cabello largo, medias can-can rosas y botitas cortas. Iba de la mano, en medio de mamá y papá. Ellos iban atentos a su charla, medio metro más arriba.
La niña caminaba con los ojos deliberadamente cerrados. Lo hacía como un juego: lo supe por la sonrisa complacida en sus labios, por la forma en que sostenía las pestañas unidas, por la manera de adelantar un pie y luego el otro, disfrutando de esa sensación de estar a salvo, de andar por plena calle Corrientes con los ojos cerrados y saber que todo está bien. (He visto chicos que hacen algo parecido, caminando hacia atrás...)

Cruzando dos esquinas, también un grupo de tres personas: ella y él en los laterales, charlando en lo alto, y en medio un anciano tomado de sus manos, con paso endurecido y frágil, que avanzaba alternando el peso entre ella y él. Se detuvieron a mirar algo, un detalle, un sitio que significaba algo (yo solo vi un estacionamiento de autos en proceso de demolición, pero vaya a saber qué vio la memoria del viejo en ese mismo punto) Los dos escoltas miraron, asintieron, reanudaron la lenta caminata.

No sé qué conclusión sacar. No sé por qué mi mente unió las dos escenas. Si alguien tiene alguna sugerencia, que pase por caja.
adivina adivinadorrrrr
Podría estar tomando mate.
Tocando la flauta.
Fumando algo.
Haciendo burbujas.
¿Quién lo sabe? Lo sabe el que la pintó. Y también el que se fija y pesca algún detalle que le sirva para emparentarlo con el cuadro completo.
Esta es otra adivinanza para pocos del blog de veramarina.
¿Qué cuadro es? ¿De quién? y especialmente...¿qué rayos está haciendo la morocha del fragmento?
Usen el google, pónganse a prueba, un cacho de cultura, lará lará lará.
"Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo" Grande Flacus que se tomó el trabajo!! Idolo! Dioso!! jajajaja...! y todas sus previsiones fueron acertadas.
To be continued...

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