"El buen amor produce mala literatura" dice él, que me ama con una dosis extra de buen amor cada día y cada tarde y cada noche.
El buen amor se escribe con frases cursis.
La grandilocuencia de las pasiones tortuosas le queda mal, definitivamente mal entrazada, al buen amor. 
Literatura buena -seductora, exitosa, laureada, leída, aplaudida, premiada- es la que moja su pluma, cruel y certera, en la savia espesa de un corazón profundamente herido.
Y no sé, quizás por eso, cada tanto, para no olvidar, el buen amor sufre un poco. Sangra un poco. Lastima, astilla, rasga, muestra los colmillos. Le sale mal y le dura poco, pues de lo contrario no sería buen amor.
Pero es real, doscientosporciento real, que la literatura abreva en la fuente del amor doliente y complicado.
El buen amor se contenta con hechos. A lo sumo: con páginas breves.
El buen amor tiene alas de colibrí: zumbido, aire en movimiento, latidos innumerables.
El buen amor produce mala literatura, sentencia Alejandro.
Justamente él: el que más me ama, el que mejor me ama, el único que importa que me ame.



En sábado 6 de abril de 2019, cuando ya es domingo allá

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