...hablan los labios, dice la Biblia

Y  si en tu corazón abunda un profundo, un intensísimo y profundo silencio...¿Qué dirán en ese caso tus labios?
Y si en tu corazón abunda un sentimiento tan furiosamente mezclado y desconocido que no tiene palabras que lo describan...? 
Y si se cumplen con rigor de verdugo obsesivo los vaticinios de la soledad, el anticipo del frío, la modesta  necedad de la ignorancia del futuro?

Hace un largo tiempo... meses, días...años... me decía a mí misma que encontraba cursis mis escritos de los días felices. En cambio suelo ser más precisa, mas empática, más acertada en mi hurgueteo del alma humana cuando comparto un sentimiento azul de tristeza.
Cuando se es muy feliz, no se detiene tanto uno a analizar: es necesario todo el cuerpo, toda el alma, toda la energía vital para hacer nuestra frugal ofrenda al altar de la felicidad.
Pero los sentimientos penosos abren espacio para redactar el lamento. La letra escrita ha de ser hija directa de una pena demasiado grande para ser simplemente cantada al viento...o de un revoltijo interno de emociones, inasible por completo a las efímeras expresiones orales.

De manera que, aun usando esta impúdica costumbre de los tiempos, esta exposición deliberada y posiblemente estúpida, escribo, escribo, escribo...

Escribo porque necesito encontrar un manojito de palabras o letras que escupan en mi pantalla un significado para esta angustia milenaria. Porque tal vez así pueda empezar a entender y a caminar hacia alguna forma de la aceptación..
Escribo para ocupar la mente en esa tonta búsqueda de la frase redonda...que nunca llega
Escribo para autoengañarme, para imponerme tareas racionales asociadas con el escribir, tales como recordar contraseñas, actualizar perfiles, renegociar con el cadáver palpitante de mi blog, que estaba tan tranquilo, mientras yo me ocupaba de escribir en otros tonos y en otros continentes...

Escribo esto, hoy, ahora, 29 de enero de 2012, para dejar una muesca que me recuerde cuán profundo dolió escuchar esta noche unas palabras, cuán verdadero se hizo ese poético "sentimiento trágico de la vida".

De lo que abunda en el corazón hablan los labios...pero sólo lo hacen cuando la abundancia tiene contornos definidos. Cuando no, quedan pocos remedios.
Como, por ejemplo, buscar una canción, otra bellísima forma de la poesía, que atrape sutilmente, apenitas, en ese quebrarse de la voz, lo que se siente por verificar que lastimamos a quienes más amamos, que nos aferramos con porfía a lo que sabemos que deberíamos ayudar a volar...



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