No lo preguntaban, lo daban por hecho. Tías, madrinas, abuelas, madres que una ha tenido o tiene. Y yo decía “escribo otras cosas...”
Y luego, el sabor amargo.
Dejé de escribir cuando empecé a ver que la poesía se bastaba a sí misma, apareciendo en la mirada de un nene, o en la disposición de una pegatina callejera casual. Mucho peor: la poesía estaba en todas partes y muchísimo mejor dicha que en mis cuartillas, que ya no eran cuartillas...ni octavillas...ni siquiera eran esos bonitos cuadernos Arte de la adolescencia.

Por ejemplo...Silvio canta “el dulce abismo” y a mí me parece que no se pueden decir mejor esas palabras que como las dice él.
Por ejemplo, los tréboles de la calle Alsina, por la que ando con paso cansino mirando hacia el piso, tienen tantas variaciones y tantas maneras de sostener las gotas de rocío que me resulta intolerable tanta belleza de lo simple.
Por ejemplo, mi corazón se ha vuelto traicionero y me asesta golpes cuando menos lo espero. Se ha vuelto delator y me inunda la cabeza y la boca de ideas que juré no volver a sostener. Es indudablemente un síntoma del triunfo de la poesía.

Dejé de escribir porque no puedo con ello.
Por falta de tiempo, me digo. También.
Por falta de mérito. Eso lo dejo para mi abogada. Así es : gracias a la vida me he vuelto experta en taxonomías que otrora me resultaban extranjeras.

Dejé de escribir cuando perdí la batalla de la búsqueda del punto y aparte: mis frases se abigarraban y jamás terminaban satisfactoriamente. Se hacían largas, se hacían interminables, se hacían ovillos de aposiciones y de circunstancias.
Ahora, si escribo según voy pensando, si escribo un e-mail por ejemplo, parece que la misma niña terca que escribía antes se agazapa detrás de mis dedos y toma el control.

Hay gente que me dice “me encantan tus e-mails porque parece que estuvieras hablando”
No sé si sentirme halagada o deprimirme. Aunque, digamos, es mucho mas interesante sentirse halagada, así que optaré por eso de ahora en más. (Acabo de decidirlo así)

Así que, amigos y enemigos, es cierto: ya no escribo más.
No, no es una lástima. Hay demasiado mediocre ya en mercado.

Fijate: terminé de redactar este texto y la canción que estaba sonando en mi pc cerró con una ovación. Claro que fue casual : mi versión de “Boig per tu” siempre termina en esa tranquila ovación que se va apagando suavemente... Pero lo tomaré como una nueva muestra de esa poesía viva que lo impregna todo.

Si aplauden mi decisión, debe ser que es la correcta.

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