Del libro "El lector". Un pasaje que me impresionó. Se supone que no es de los más significativos de la historia que he leido. Pero, vamos, a cada uno el zapato le lastima allí donde tiene la herida del calzado anterior.

Y dice:

"Fue entonces cuando empecé a traicionarla.
No es que fuera por ahí contando sus secretos o poniéndola en evidencia. No revelé nada que debiera mantener oculto. Al contrario: mantuve oculto lo que debería haber revelado. Me negué a admitir su existencia.
Sé que negar a alguien es un tipo más bien inofensivo de traición. Desde fuera no se aprecia si uno está negando a alguien o simplemente pretende ser discreto o considerado o sólo intenta evitar situaciones delicadas o molestas.
Pero el que niega a otro sabe muy bien lo que hace. Y negar una relación es una manera de socavarla tan grave como otras formas de traición más espectaculares"

Esto es un dedo en la llaga. Descarna y muestra algo que duele, pero que no está anatemizado moralmente como, bien dice Herr Bernhard Schlink, otras maneras de traición más visuales, más impúdicas, mas turbias, quizás. La traición, cuando aparece un tercero, es fácilmente condenable. Nadie puede servir a dos amos, diría la sabiduria popular. Y el espíritu humano se complace en encontrar justificaciones a sus flaquezas.

Más tarde o más temprano, la tensión entre dos sentimientos cede a la presión mayor de uno de ellos. Es casi natural, casi una ley de la física, casi inexorable. Pasado, cierto tiempo, las aguas se aquietan y la traición de esta calaña pasa a engrosar la lista de pecados que se emparejan con una tanda de buenas acciones a lo largo de la vida, y terminan granjeándole al portador un pasaje al Purgatorio, cuando menos. (O algo así!... que está por verse, porque ahora parece que el purgatorio ya no existe, según el gótico razonamiento de Ratzinger...ese hombre se va a cargar las migajas del catolicismo y se las va a desayunar sin más ni más...)

La otra traición, la del desconocimiento, la del ocultamiento, es menos grave de cara a la sociedad. Bien se podría decir que se trata tan sólo de prudencia. Y a los prudentes no se los acusa. Ni siquiera de ser tibios. Estamos plantados hasta las manos en un entorno que pregona a gritos que lo mejor es el término medio. (Me vino a la memoria una frase de Khalil Gibrán...)

Bien dice el autor de este libro que "desde fuera no se aprecia" pero "el que niega a otro sabe muy bien lo que hace".

Probablemente por eso, cuando se toma consciencia de la negación, aparece claramente la amargura. La de saberse objeto de una traición, de un ocultamiento, la de saberse objeto de una vergüenza. Se siente autocompasión y sentido de la injusticia.

No recuerdo haber negado un afecto, pero la constatación de haberlo hecho supongo que también conlleva su propio dolor.

Aún conservo la intensa emoción que me causaba, de chica, la escena de "Rey de Reyes" en la que Pedro, un torturado Pedro que se moría de miedo y de curiosidad por el destino de su Maestro, negaba ante los soldados romanos conocer a Jesús. No una vez, no dos: tres veces antes del canto del gallo. Y se cumplía en medio de la noche cerrada el brutal vaticinio "Me negarás tres veces". Pedro se cubría la cara con las manos porque se sabía víctima de su pequeñez, y lloraba amargamente. Ese llanto, el llanto de un hombre fuerte, me consternaba.

Ahora entiendo por qué: era una mezcla indistinguible de piedad y condenación. A Pedro lo perdonamos, a Judas, no. Judas elige las monedas: traiciona porque elige "otro amo" (y no se redime ni siquiera ahorcándose, ni siquiera provocando que la Historia se cumpla tal como se esperaba...Judas es la imagen del traidor artero, aunque en el fondo haya sido el único que realmente creía en ese Salvador...) Pedro es el que niega. Niega y traiciona, pero tendemos a perdonarlo en nombre del temor por su vida, de la evasión de un destino cruel...


Pero... vuelvo, vuelvo: (las historias bíblicas ya tienen sus propios cientos y miles de revisores).
Vuelvo al estremecimiento. Soy miedosa del desamor, por eso aviso. "El que avisa no es traidor", reza otro refrán, un poco turro, es cierto.
Aviso para que sepan los que bien me quieren, aviso para que ni se les ocurra a los que empiezan a conocerme: miren, no vayan a desconocerme. No me mantengan oculta cuando deban revelar que formo parte de sus vidas.
Si lo hacen, me niegan existencia.
No permitan, si pueden, que yo haga algo así con alguien que conozco. A menos que medie el odio o su forma más abyecta y lastimadora, el desprecio.
Si hay algo de amor, o si lo hubo, o si algún buen sentimiento ligó nuestras vidas...no me niegues, no dejes que yo te niegue.
Gracias a Gabi, por prestarme el libro. ;)

4 comentaron esto...:

Anónimo dijo...

a la puta!!!

"el odio o su forma más abyecta y lastimadora, el desprecio"

esto significa que si desprecias a alguien, o lo odias, entonces sí se vale ignorarlo/a, a título de traición?

verarex dijo...

Claro, cierto "anónimo" sonó feo eso. Es una suerte de justificacion a la negación del Otro.

Pero yo decia que: si hubo, hay, queda un resto...de amor...entonces ese negar al otro no deberia producirse. Como vas a esconder a alguien que está o estuvo en tu vida como algo bueno?
Pero si no hay amor, si en su lugar se instala el odio (o su hijo bastardo, el desprecio) es posible que la negacion exista.

No sé, es dificil.
Quién sabe qué es lo correcto?

Quien lo sepa, que me pase la fórmula.

Flacus dijo...

Habrá algo "correcto" en estos casos?

Que se yo.

Lo primero que se me ocurre es que la sola existencia del odio (o de cualquier sentimiento, llegado el caso) invalida completamente el concepto de negación.

Me encantó lo de Pedro y Judas. Nunca lo había visto desde ese ángulo, aunque sospecho una traición, por "otro".

Traicionó a Jesús por miedo personal, o sea, por sí mismo.

Respecto a la receta que solicita, lamento no poder complacerla.

Tenía guardada esta receta, junto con la de la felicidad, cuando tenía aproximadamente 12 años, escondida en una pila de revistas que, fatalmente, mi vieja tiró sin consultarme.

Pasaron muchos años y, le aseguro, no he podido perdonar todavía a mi madre... lo de las revistas.

verarex dijo...

A muchos nos ha pasado lo mismo, Flacus!!

(digo...eso de no poder perdonar a nuestra madre por algo)

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