Me regalaron una copia del último disco doble de Silvio, "Erase que se era".
Y entonces, con un raro egoísmo, con una inusual fruición por la soledad, esperé a que todo estuviese en calma y silencio.
Lo escuché en volumen bajísimo, un volumen casi íntimo, una vibración casi impúdica de tan cercana.
Les busqué explicaciones, las saboreé como a un bombón robado...me dejé encantar por las melodías de un tema y de otro, y de otro, y de otro más...
Maldición (va a ser un día hermoso) me vuelven a gustar las mismas expresiones hechiceras, las que pintan con acuarelas mentales las escenas en el fondo de mis ojos... por ejemplo:

No te muevas.
Quiero conservar este instante así,
tú junto a la ventana como a contraluz,
yo echado en el lecho, queriendo mirar
los ojos profundos del sol
detrás de tu cuerpo feliz
desnudo, desnudo, y ya es
el día en que voy a partir.

La sensación del calor perdido irremediablemente cuando remata con un "Lo tengo guardado en los ojos, y sé que un beso muy frío será, el beso que no me darás". Qué heladura de ausencia, el beso que no me darás... brrr... Está a la altura de los astros azules que tiritan a lo lejos en el poema 20 de Neruda.

Lo sorprendente del disco es que son todas canciones viejísimas, algunas remozadas, otras no tanto, pero todas con ese inexplicable matiz de "recién horneadas".
Podría ser Silvio delgadísimo y veinteañero, o Silvio con sus lentes de ahora, con su sereno aspecto de trovador maduro, el que dice de sí mismo "un hombre se sube sobre sus derrotas, pide la palabra momentos antes de volverse loco. No es un hombre, es un malabarista de una generación."

Qué valentía pararse sobre las propias derrotas, qué osado el tipo que pide la palabra...en un mundo donde nadie pide, donde todos toman y rapiñan. Qué insistente locura lo impulsa, a éste que quiere hablar de poetas y de amores cobardes o no, y de fusiles y de necedades, y de estrellas peregrinas y de mujeres de fuego, mujeres de nieve...

Gracias, hermano, por el regalo.
Te perdono las risotadas de la moderada y alegre borrachera, te perdono las ironías sobre mis dotes culinarias, te perdono el acicate a la acidez delirante de mi hija...te lo perdono todo, por amor a Silvio.
;-)

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