¿Ustedes recuerdan que en la escuela primaria nos enseñaban que el hombre era "un animal racional"? Eso le daba cierta supremacía indiscutible sobre, digamos, los perros, los atunes o los zorros. Estos podían pensarse desde la óptica humana como guardianes, como comida, como abrigo o símbolo de estatus. Y punto.
Allá por la adolescencia leí un osado periodista que argumentaba que esa distinción entre un ser capaz de razonar y otro que no, era una falacia, ya que lo único que no era (¡aún!) técnicamente posible era demostrar que los animales, algunos más que otros, realizaban verdaderas proezas racionales. Creo que decía algo como "he visto más a un gato razonar que sentir. Y si bien podría sostenerse que los sentimientos van "por dentro" y las razones se exteriorizan, es igual de probable que "por dentro" un cangrejo sea capaz de resolver ecuaciones de segundo grado". Gracioso.
Como sea, la espina estaba puesta en que no servía como línea divisoria la racionalidad (de hecho, el ser humano, con tenaz y corrosiva perseverancia, se empeña en dar muestras de lo contrario) y que entonces la diferencia entre el homo sapiens y el resto de la animalada variopinta que nos acompaña en la navecita Tierra tiene que pasar por otro tamiz. Yo diría, por muchos otros. Por muchísimos otros.

Pato escribiaToda la introducción viene a cuento de cómo me he sentido estos últimos días, acechada sin tregua por las emociones. A toda hora, en sueños, despierta, haciendo las cosas más intrascendentes, como bajar una escalera en el subte, o disolver un caldito en una taza. Haciendo cosas que considero importantes, como rajar temprano del trabajo y salir a almorzar con mis cachorros, con la punzada de la gripe implacable en la garganta, pero feliz de tener ese rato extra con ellos, escuchando sus deliciosos sinsentidos.

Todo el tiempo, sin paz, sin interrupción, esa sensación de vulnerabilidad ante las emociones.
Todo el tiempo sintiendóme conmover por casi todo. También sintiéndome absurdamente culpable...
No obstante, no dejo de ejercitar mi parte intelectual, mi parte hiper racional, mi mente tejedora que se siente tan a sus anchas en Internet. Busco más, leo más, me voy por pasillos de palabras y de gentes y de mundos. Me percato de que usé la palabra conmover.
Y conmover es "mover con": mover con fuerza, mover con intención, mover para provocar ternura, para provocar inquietud.
Vienen la gripe, la fiebre por las noches, los sueños densos, este ganglio que duele, por dios, y cómo duele, qué molesto, esta piel que no se cura, qué incordiosa, qué injusta, este trabajo que me gusta pero me exige demasiado, este fatal cansancio del cuerpo, esta sensación de "me ahogo" unida a la certeza de "pero puedo seguir".

me refugio en los miosY más allá de todo eso, el zumbido de la emoción siempre dispuesta, tensa y alerta, metida a traición en el tembleque de la voz, en el lagrimal que se contiene poco y nada, en el latido que se acelera tontamente. Y en ese frío extraño...más extraño con estos días de inusitado calor en Buenos Aires.
En un sabio mensaje que me llegó desde Rincón del Sauce, don Explicatodo me dice que lo que yo tengo es tos, pero en el alma. Que pruebe el jarabe con el que se curó del mismo padecimiento, que se llama "me refugio en los míos". Mire que tienen nombres estrafalarios los jarabes, eh.
Lo loco de esta sensibilidad exacerbada es que me hace vibrar en tonos infrarrojos y ultravioletas, podría decirse: en toda la gama de lo que puede captarse siendo esto que somos, un animal emocional. Me alegro con euforia inocente, o experimento una nostalgia que con pasmosa velocidad muta en desasosiego.

Roland, la rosa, la TorrePongámosle, por caso: a mí que nunca me gustó esa flor, resulta que leo una historia de tanta pasión en torno a una rosa en La Torre Oscura, que termino por sentirme aturdida de pena y de gozo ante el aroma de un jardín de rosas rojas, o me detengo abrumada a ver de cerca el rocío en la corola de un pimpollo.
Hoy me veo desvalida o exótica, tratando de mantener el equilibrio en un mundo que se ha movido, que se sigue moviendo. Quise acorazarme para no llegar a este momento, pero por no aprender de la naturaleza causé un daño mayor: cuanto más duro es el caparazón, más blando e indefenso es lo que recubre. En cuanto se agrieta un poco esa armadura, lo que penetra lo hace de un modo devastador...

Así que me descubro agitando la bandera blanca de mis torpes y netas emociones. No hay trucos, no hay capacidad de negociación. Bandera blanca. Paren un poco, che.

4 comentaron esto...:

hombretresx dijo...

estado "bravo" el estar conmovido.
Que bueno que es conmoverse.
Se siente tan vivo...demasiado.
Y hay que estar fuerte porque sino el arbol se va de raiz.

Le deje la respuesta a el post "cuidate".

Saludos

verarex dijo...

Bravo
Viva
Y hurra

Tres expresiones para un sentimiento groso...

Un abrazo sentido, sr tresX

Ana di Zacco dijo...

Me trae aquí ese laberinto que comentamos ya-no-sé-dónde. No estoy segura de que ese estado hiperemocional tenga la explicación que sugieres, lo cierto es que es un estado compartido por unos cuantos que nunca jamás comentamos la sublimidad de bajar una escalera de subte (que decís ahí) o de una gripe instalándose. Porque ¿qué goce hay, racionalmente hablando, en dar la bienvenida a una gripe? Ninguno, la delicia está en otra parte, un lado etéreo al alcance de unos pocos afortunados. Demos gracias porque ocurre algunas veces.
Me gusta cómo escribes, o sea, cómo mezclas las palabras.
Un abrazo desde lejos.

verarex dijo...

Tambien lo pensé a veces así, Ana
Que "la delicia está en otra parte"
En una mixtura de emociones, probablemente.

Yo me regocijo de diferenciarme de un cangrejo por sentir, más que por razonar.

Gracias por pasar

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