Cuando era una niña-poeta, se me había ocurrido que todo poeta debe pensarse un buen epitafio. Una frase que cause un último estremecimiento en quienes te han conocido, que encienda la imaginación de los que no lo hicieron.
Un epitafio que se precie necesitará ser breve y contundente. Si adorna una tumba no demasiado sombría, probablemente surta mejor efecto.
No sé...luego, con el tiempo, empezó a preocuparme la tarea ineludible de vivir y abandoné definitivamente la búsqueda de un epitafio. Que escriban lo que quieran o que no escriban nada.

Pero hace unos días, un mensaje de correo, mi querido amigo Juan, que está volviéndose experto en padecer y no revelarlo...ay, ay, Juan...
Él me decía que acaso en su epitafio se lea la frase "
Su vida fue una eterna promesa"
Y si bien suena hasta bonito, destila mucha tristeza...La tristeza nunca amadrina futuras alegrías, se basta a sí misma, se da de comer como puede y engorda a costa de nuestras flaquezas.
Mejor un epitafio que diga algo irreverente, Juan. Como el que hizo escribir,
con sorna postmortem
Miguel de Unamuno: "
Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo."
O con la displicencia y el desapego de las pompas fúnebres que tuvo Diógenes, el cínico, el perro, el filósofo furioso y peleón.
Al morir echénme a los lobos. Ya estoy acostumbrado.
(Y, en cuanto releo el párrafo: que frío golpeteo de dientes eso de "pompas fúnebres"... se me representa en el fondo de la imaginación un cielo negro cuajado de pompas jabonosas que se dejan llevar por un viento oscuro...pompas de luto...pompas nihilistas...)
Y los poetas, los auténticos poetas muertos, ésos sí que han sabido pergeñar el milagroso haiku de su epitafio. Las ocho, diez palabras justas. La frase buen_remate, la frase final_con_beso.
Mi admirado y doliente Juan Ramón Jiménez profetiza:
"..y cuando me vaya quedarán los pájaros cantando..."
En espejo caleidoscópico con el espíritu libre del Mayo Francés, que aseguraba que había arena de playa bajo los sucios adoquines, el poeta chileno Vicente Huidobro hizo escribir en su epitafio:"Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar"

En la lápida de Borges, junto a un grabado con siete guerreros, se lee, en inglés antiguo: "
And ne forhtedon na", una frase que pertenece a un poema épico y que se traduce como "
Y que no temieran".
Es un fragmento brevísimo y críptico del relato de una escena de guerra, en la cual un jefe que lleva a sus valientes a una muerte segura, los instruye y alienta, les da consejos para posicionarse en el campo de batalla, que sostuvieran bien firmes sus escudos,
y que no temieran...Los guerreros de Borges me llevaron a recordar la dedicatoria del guerrero argentino por excelencia, a la joven y frágil madre de su única hija, muerta de tuberculosis y de pena, a sus cortísimos 23 años:
"Aquí descansa Remedios Escalada, esposa y amiga del general San Martín".
¿Se escriben epitafios para quienes no tienen tumbas? A algunos les toca la nada como tumba, a otros el mundo entero, a Camilo Cienfuegos le tocó el mar. Cada año, el 28 de octubre, se llena de flores el mar...se renueva esa rara tradición de llevar flores a quien nunca las verá...
Para Camilo, tal vez sería un buen epitafio los versos de Guillén:
Duerme, descansa en paz -dice la mansa
costumbre de las flores-, la que olvida
que un muerto nunca descansa
cuando es un muerto lleno de vida.
Quizás si los epitafios no se escribieran con las manos del dolor, serían retazos de poesía viva, serían lo mejor de cada uno, serían el recuerdo más precioso, el rostro más amado y más amador, el gesto más noble de todos, la virtud más límpida y brillante.
Nunca relatarían aquello en que fallamos. Dirían algo humano y accesible, nos pintarían de una sola pincelada como lo que fuimos: seres imperfectos tratando de ser felices.
Yo, quizás pondría como epitafio para Juan:
"Leyó mucho. Amó en exceso. Contó demasiados chistes de humor negro. Así le fue"