adolescencia o en ese limbo de los veintialgo. Nunca pude reescribirlas, y aunque las ideas me siguen gustando, el estilo literario era francamente malo.
Un buen día el intendente municipal decide una reforma del cementerio, así que entran los morochos con picos y palas a dar vuelta el sector "viejo", desmontando de su pedestal enclenque a la angelota en cuestión. Por supuesto la nena entra en pánico, trata de evitar que los obreros toquen "al ángel que le habla" y en el momento en que uno de la cuadrilla intenta acercarse, los labios blancos de la estatua se tornan rojos, se mueven, dicen una frase barroca pero que en pocas letras es algo así como "gracias por defenderme, me liberaste de esta prisión, me vuelvo al cielo". La figura completa se descascara, como un huevo atroz y de exomundo, y del interior sale un ángel idéntico, pero etéreo, que en tres aleteos gana la altura de los primero cirros.Transcurre en el campo de Don Ángel, un campo asolado por la sequía. Don Ángel anda medio pirado, y todos temen que pierda definitivamente los estribos (además de las cosechas, el respeto del pueblo y la mujer). A propósito de ella: se llama Belén, una vieja medio viborona, que intriga un poco, que prepara menjunjes y coquetea con la fortuna del marido.
Esa noche, se escucha a Don Ángel bramar enloquecido y andar a los saltos entre el polvo. Al otro día, llueve torrencialmente. Se salva todo lo que estaba a punto de perderse; fiesta, regocijo, morfi y vino (que se trata de argentinos, claro está). Pero falta Ángel: Belén les explica a todos que la sequía, la angustia, la sed de los días previos era todo consecuencia de una maldición que pesaba sobre Don Ángel. Si él no se iba para siempre del campo, no hubiese llovido jamás. Nadie objeta la historia, a todos les conviene. Se teje un relato juglaresco en el que Don Ángel ocupa el puesto del maldito por el Altísimo que se sacrifica para mitigar la sequía.
Tiempo después (no sé si dije meses, si dije años, qué mas da) en una ronda de tardecita en el campo aparece un viejo contrahecho, señalando a Belén con un índice acusador "mentirosa, ladrona" solloza el viejo "me diste de beber tus venenos... me hiciste arrastrar por mi propio tobiano... pero ya ves que sobreviví...para que todos sepan la verdad: que yo te anuncié la lluvia y tu avaricia hizo todo lo demás". Todos se avergüenzan, pero Belén intenta desesperadamente sostener su coartada. Perjura "que me muera si he mentido, Ángel".
Y ahí nomás, como fulminada por una descarga celestial, ñacate, cae muerta ante el estupor de todos. Listo, cumplido, Don Ángel se lleva de allí los restos de su humanidad hechos un nudo repugnante.
Ahora cada vez que se produce una sequía prolongada, la gente de la región otea el horizonte y reza casi: "ahí va el Ángel" . Y nada más. Hermetismo. Los jóvenes dicen que ya no saben si se refieren a un anciano llamado Ángel, del que se cuenta una borrosa y contradictoria historia, o a un ser espiritual como Dios manda, implorando la lluvia, un milagro que en esas tierras sólo un ángel podría conseguir.
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