Pero ahora "sucede" en las pantallas, y eso lo termina por catapultar hacia la volátil y cruda carnicería del universo de la información. Ahora que está en el cine, en los blogs, en las webs de críticas, yo me entero, tú te enteras, se difunde... existe, por fin.
La escafandra y la mariposa es un libro que no fue escrito por su autor.
A saber por qué: el autor, Monsieur Jean Dominique, un brillante periodista, un tipo exitoso, redactor de Elle, tenía 43 años cuando sufrió un accidente cerebral exótico que le trajo, tras veinte días de estar en coma, una consecuencia horrenda. Su cuerpo -por completo- quedó fuera del alcance del cerebro. No podía comer, moverse, respirar, hablar...sin asistencia.
Los médicos franceses, eficientes como ellos solos, descubren que se trata de un mal bautizado como "síndrome de cautiverio". La mente -brillante y furiosa- está atrapada, intacta, en un cuerpo casi muerto, al que sólo le queda un movimiento voluntario: el pestañeo del ojo izquierdo.
En este estado extremo, en el que muchos (me incluyo, supongo) hubiesen abandonado toda esperanza... o hubiesen sido presa de la locura, presa ingenua y acobardada de la locura, él reinventó la comunicación. Penosamente, trabajosamente, empezó a comunicarse parpadeando frente a un carton con letras que se le señalaban.
Guiño: sí. Doble guiño: no. A: no B: no C: sí. Letra...letra... letra... guiño...guiño... guiño... hasta formar la palabra CASTAÑAS. ¿Castañas? No, no es por eso que no puede hablar, Mr Jean Dominique... no hay nada obstruyendo su garganta...
Y así, reemplazó el libro que tenía proyectado escribir en sus ratos de ocio, entre el trabajo y el amor de una linda novia que tenía, el libro que iba a coronar sus audaces columnas de periodista con alguna suculenta crítica literaria....con esta historia desgarradora, vital, de una belleza austera, minimalista, increíble.
Describió así su propio método:
«A las cuatro de la mañana me despertaba. En la oscuridad, las palabras empezaban su danza hasta ordenarse en frases redondas. Pese a tener la sensación de llevar siempre guantes de boxeo y botas de esquí eran momentos de alegría. Cada tres o cuatro días, Claude me releía un pasaje y me sugería cortes. Nunca dudé en sacrificar una noche de cavilaciones y mañanas de dictado. La bestia tenía que quedar impecable».
Allí narró la sensación aniquilante de ver su rostro, antes tan bello, tan mundano, tan parisino, convertido en la máscara de un zombie, con un solo ojo abierto (el otro debieron coserlo) y una torsión rígida e involuntaria del cuello. Explicó la comprensión que sintió por sus hijos que se negaban a verlo, convertido en una masa de carne inmóvil sobre una cama. Ironizó sobre los comentarios crueles de otros periodistas que mencionaron su estado después del accidente como "reducido a un vegetal", preguntando a su vez qué clase de vegetal creían ellos que era él: ¿una espinaca? ¿un pickle?
El libro se publicó un año y tres meses después del accidente. Un récord, para ese método torturante.
El 9 de marzo de 1997, ese día que yo cumplía 33 años y empezaba a preguntarme seriamente sobre la continuidad de ciertos procesos, Jean-Dominique, con 44 años, la edad que tengo hoy, que su historia me alcanza, restallándome en las vísceras y en la mente como un rayo místico y doloroso, murió en un hospital de París.
Ahora mismo... miro mis manos, movedizas, toquetonas, recorredoras... miro mis pies retorciéndose bajo la silla o marcando el ritmo de una canción, siento el mordisquito del frío en los muslos... todo me maravilla, como en un estado de insight inesperadísimo.
Soy todo esto, todo lo que siento y pienso, todo lo que percibo y experimento, soy el sol de esta tarde cuando volvía charlando con mi hija, soy el movimiento de agacharme a recoger dos tréboles de cuatro hojas esta mañana en la cancha de futbol (sí! dos!), soy las letras que se ordenan en la pantalla, soy el café que me preparé,-fragante, dulce, tibio-, soy el deseo loco que acabo de mandar en un mail.
"Sigo siendo padre de dos hermosos hijos, a quienes dedico este libro" dictó Jean Dominique, con su perseverante ojo izquierdo.
Creo que el cautiverio de la mente es un castigo deshumanizante, y por eso admiro con más fervor a este señor, que pudo seguir siendo, en el abismo de la fealdad, del abandono, de la imposibilidad de casi todo...un ser humano, un escritor, un padre.
No sé qué causa abrir, donde firmar, ante quien presentar el pedido. Pero solicito que se le concedan muchas más vidas, muchos cuerpos para gozar lo que no pudo, muchas oportunidades de estar otra vez en el mundo, de ser libremariposa entre flores y vientos, lejos, muy lejos, abismalmente lejos de la prisión de una escafandra.
El trailer de la peli, que tiene buena crítica al menos, sólo para ilustrar.
6 comentaron esto...:
el miedo atroz que me ocuparía todo el cuerpo...haría que me abandone..que me deje morir y ya...también me miro enhebrando cosas en mi hija,acariciando a los gatos y escribiendo y maquillándome,y pasándome un dedo por la boca y besando,y tocando el parche de mi bongó y saltando de alegría porque sí y porque quiero..
qué haría alguien tan breve y tonto como yo en esa situación? podría romper el miedo inmesno.
qué tristes pasan cosas al lado mio y aveces no las veo...
lindito Veri...me hciste agradecer escribir una vez más.
gracias Pont.
Por leer (siempre), por entender, por ponerle palabras al miedo y a la esperanza
Ufff....hace siglo y medio que no entraba y siempre me seguis sorprendiendo.
Salut VeRa y si encontrás esa lista, me anoto.
Besos muchos
Yo.
"Yo."
la vuelta al mundo alrededor de un ombligo
cuec!
Digo...aclaro...es sin mala leche...
pero justo estábamos hablando de esa mismidad y centralidad del yo que no nos abandona, y que se vuelve desconcertante en el mundo digital...
"yo" "acá" "hoy"....todo relativo y volátil
(quiero escribir...necesito más tiempo en la vida)
Buscando tu nota de Dowkins me encuentro con esta otra, muy linda...
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