Todo el día, casi toda la noche, en los brevísimos tiempos de fluir entre una obligación y la que le sigue, en esas treguas blancas o grises que me dan los viajes en combi, en subte, en colectivo, mi mente bulle de ideas. Burbujean desesperadas, explotan en la superficie como celestes glóbulos preñados de sensateces, o de estupendos delirios.

Plop, plop, plop, se sacuden unas a otras, se empujan, se aferran con sus torpes y pringosas manecitas a la línea de largada. Me dicen: "En cuanto vuelvas al blog, escribe primero sobre mí"

Son vanidosos y pagados de sí mismos mis tópicos bloggeros. Vanas copias de mis recuerdos, hormigueantes sensaciones, maltrechos deja vu que se me escapan como aire de fantasmas tan pronto tengo -como ahora- mis cinco minutos de teclado libre.

Las pongo en fila para fusilarlas, no voy a escribir sobre ninguna de ustedes: Bang! estás muerta, idea sobre la sangre de las moscas. También vos, número 17. Un tiro de gracia que le rasgue el trasero para que muera ignominiosamente, a la idea sobre los dos borrachos de la calle Corrientes.

Listo...oíd el ruido de rotas cadenas... Me vuelve a circular el aire, respiro mejor, hice espacio en el pozo transparente del que brotan las palabras enganchadas unas con otras. Siento el borboteo del agua fresquita que se vierte con delicia en mi mente, haciendo remolinos en la nada...
El veneno se está diluyendo, queda apenas una punzada violeta en los bordes de la herida, aún abierta sobre la mano que más escribe. En un gesto infantil, impensado, un resto de la naturaleza que nos gobierna cuando bajamos la guardia, llevo los labios a la línea carmesí. El sabor se acidula un instante y vira violentamente: "te atrapé" me parece escuchar.

Y de nuevo, de nuevo, de nuevo, de nuevo... otra vez la ponzoña. La ronda infernal de las ideas que quieren ser paridas se pone en marcha como una noria interminable. Mi cabeza me envenena. Me envenena de historias y de voces y de fotos que se mueven.
No me puedo escapar de ellas.
He de escaparme hacia ellas, sin remedio.

1 comentaron esto...:

Carlos Paredes Leví dijo...

A las ideas hay que dejarlas fluir y darles espacio porque, de lo contrario, se estancan y conforman focos infecciosos.
Por otro lado, siempre tenemos que fomentar ideas y teor�as, aunque s�lo sea por oposici�n a las demenciales que suelen tener los dem�s.
Un saludo.

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