No sólo una persona: hay unos cuantos y cuantas.
Que no creen que escribo acá sin editar y sin retoques. Bueno, sí: retoco a veces mientras va saliendo, como para no repetir tres veces la misma palabra. Además, como suelo volver sobre los mismos temas, hay algunas que surgen una y otra vez. Les pienso un adjetivo, o quizás, una metáfora simple, que me permita eludir el eterno retorno.
Pero, che, más allá de eso, no edito. Ni siquiera escribo primero en un procesador de textos para hacer luego la consabida maniobra del copy-paste.
¿Y por qué será?
Me imagino que para evitar el acartonamiento, para escapar de mis propias sombras: mi deseo de agradar, mi erudición enmascarada, mi dificultad para organizarme en las frases cortas.
También para ser fiel a mi promesa de "no escribir más".
Si me siento con una lapicera azul frente a un cuaderno Arte, la cabeza pega un tirón para atrás en el tiempo, me trae a la boca un sabor agrio. Dije una vez que renunciaba a ser poeta por este motivo y el de más allá, porque dolía el mundo si decía de mí misma "escribo". No importan los motivos: si por gusto o por amor, o por desolación.
Hubo, además, un momento preciso en el que la poesía de la vida se me presentaba a cada paso de una manera tan brutal e insuperable, que presenté humildemente mis armas y me rendí.
Y entonces este blog es apenas despuntar un vicio.
Es terapia de exposición, como me dijo malamente y con dolorosa puntería el psicólogo que finalmente nunca me atendió.
Este blog es también, como lo es para muchos otros bloggers, un puente, una ventanita iluminada con su tenue resplandor naranja en medio de un mundo que duerme su apacible noche azul, fría de estrellas parpadeantes. Yo me siento con los dedos en el teclado, escuchando a Silvio o a Dido, o Los Cafres o a Queen. Con el mate o el capuchino, con veintiocho ventanas más abiertas o concentradísima sólo aquí. Nada más: escribo, como quien tira su moneda a la fuente porque la fuente está allí, sin una certera esperanza de que nuestro deseo ha de cumplirse.
Pero bueno, hay quien no me cree.
O quizás me tienen una fe desmesurada, por eso insisten en que yo debería "Escribir", así, con mayúsculas y negritas, con más ahínco, o más disciplina o más ventaja, escribir como para publicar un libro o algo del estilo.
Voy a poner un espejo en este post, porque yo soy la que cree que son muchos los que deberían sentarse a escribir con disciplina, y desenrollar todo el hilo que hay en el carretel de su experiencia, largar el rollo, poner en Arial 12 las cosas que tienen para contar y enseñar, y publicarlas.
Yo sé que el resultado sería algo original. Positivo. No puedo asegurar que sería un éxito (las razones del mercado son caminos inexpugnables, como los del Señor).
Pero bueno, que no me creen.
6 comentaron esto...:
Y....vivimos unos tiempos en que, lo que más abunda, son los descreídos...
Yo, la verdad, es que ya no sé qué creer.
Vaya, vaya, vaya!
(decian en las pelis yanquis)
Mire usted por donde me desayuno de que hay más descreidos que crédulos...
Que lo tiró.
Yo te creo,,,
un abrazo
Menos mal que yo dejé de escribir desde la primera vez que la leí a usté. Me distrajo de lo mío, usté.
En fin, hay que verle el lado bueno... En lugar de perder tiempo escribiendo barbaridades la leo a usté y la disfruto.
Eso sí, todavía no sé si creer si hice negocio o no. ¿De creer hablábamos, no?
Aia Fafi!!!
Gracias.
Otro abrazo
En vez de escribir lo suyo, lee lo mio?
Creo que NO hizo negocio alguno, mi querido...
jajaja...
Pero qué lindo que se pegue la vuelta y mire por qué caminos va mi delirante cabeza.
Gracias, también a Usté...don D.
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