Allá lejos, lejos en el tiempo, los mayores nos decían que teníamos angeles de la guarda.
Que los invocáramos cuando sintiéramos temor o angustia, que pidiéramos su protección en las oraciones de la noche. Que si algún peligro acechaba recitáramos como una letanía eso de "Angel de la Guarda, / dulce compañía, / no me desampares /ni de noche ni de día"

Yo lo hacía. Seguí haciéndolo por mucho tiempo, aun cuando las sombras de la razón habían roído las comisuras de la inocencia. Me trepaba a esa música sin cadencia, a esa repetición acompasada, a esa necia hipnosis. Angel de la Guarda, dulce compañía... Angel de la Guarda, dulce compañía... los cuatro versos enlazados me mecían en un sopor sin pensamientos.

Después, una se olvida. Los fantasmas son otros, los miedos se renuevan. Ya no se trata de calles en sombras, ni de agrios presentimientos, ni de penas adolescentes. Los dolores encarnan, asumen formas más concretas.

O tal vez aprendemos, como todo. Los reconocemos antes de que maduren, los vemos venir, los esperamos a la vuelta de una acción determinada. Sabemos dónde encontrarlos. Sabemos dónde recalan, por cuánto tiempo, con qué otros sentimientos de mayor o menor valía se suelen asociar, los muy astutos.

Sabiendo todo eso, no nos cuidamos mejor de algunas penas y pesares. Sabiendo casi el mapa de ruta y el itinerario de algunos errores frecuentes, volvemos a cometerlos. Bastaría cambiar ciertas fechas, algún que otro nombre, y la historia se vería peligrosamente reiterada.

Por suerte, a veces, aparece mi Angel de la Guarda camuflado. Usa las bocas de los amigos para mandarme una señal. Usa sus brazos para abrazarme. Usa sus suéters para abrigarme cuando el viento cambia inesperadamente y se vuelve helado. Usa las risas de mis hijos para sacudir el polvillo de mi mente y lanzar un picante "¡despertate!"

Yo sé que mi Angel de la Guarda es incansable, callejero, piola, no tan angelical en ocasiones. Mañero e irreverente, inexplicable... un espíritu libre.

Y si será metido que ayer mismo, cuando Charly me saludaba se interpuso, se adueñó del saludo, le hizo decir la frase del inicio: "Chau, Angelito...cuidamela bien a Vera"

4 comentaron esto...:

El detective amaestrado dijo...

Si tengo uno, en ocasiones anda despistado...

verarex dijo...

Naaaaaaaa.... Detective!!! con las cosas ke cuentas y ke te pasan...tu angel de la guarda te tiene BIEN CUIDADO!!
jajja

Juan Arbusto dijo...

blog encantador

verarex dijo...

Gracias Flavia



(bloggera novel?...bienvenida!
Vuelva)

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