Esta es la historia de un joven que quería ser Zen y andaba por los caminos del reino en busca de un Maestro.... sin hallarlo...
Pero mientras lo buscaba, sin desalentarse nunca, soñaba : "voy a ser zen...a caminar por las nubes...a dominar el aire..."
Resulta que un buen día encontró en su camino a una mala mujer que acertó a escuchar sus cavilaciones. Era una joven amargada y ambiciosa, y de pocos escrúpulos, de manera que arteramente se presentó como alguien capaz de enseñarle a ser Zen y a caminar por las nubes, y a dominar el aire.
Claro que para transmitirle semejante secreto, exigía a cambio de 7 años de servicio.
El joven aceptó con mansedumbre y cuando se cumplieron los siete años, humildemente se acercó a la mujer y le pidió que le revelara el secreto.
Por cierto, ella no lo sabía en absoluto pero se había acostumbrado a tener un siervo tan callado y eficiente (él sólo pensaba en la perfección)
Para salir del paso, inventó la excusa de que aún no era tiempo, que su alma no se había purificado lo suficiente en el servicio...que si aún le interesaba ser zen, y caminar por las nubes, y dominar el aire...debía servirla por siete años más.
Así sucedió. También sucedió que la negación del secreto se repitió tres veces.
El joven se hizo viejo...ya no era tan buen servidor, a causa del desgaste sufrido.
Ya no era una ayuda, y pronto sería una carga.
Para el corazón negro y venenoso de la abusadora, el acuerdo llegaba a su fin.
Dispuesta a deshacerse de él sin la menor piedad, tras 21 años de esclavitud del aprendiz, no tuvo mejor idea que inventar un ritual. Le dijo que le sería revelado el secreto si era capaz de trepar, solo, a la copa del árbol más alto del parque.
El marido de la tramposa suplicó por la suerte del anciano esclavo, pero su clamor llegó tarde, grasiento de cobardía e inútil después de tantos años de crueldad.
También él, con la complicidad de su silencio, se había beneficiado de esa situación.
Pero el anhelo del aprendiz era indoblegable, y allá fue, tembloroso y pálido, trepando por las ramas con dificultad, como un pajarito demasiado cansado.
Cuando llegó a lo más alto....ahí donde el viento lo bamboleaba como a una hoja seca, miró hacia abajo buscando explicaciones.
-"Debes soltarte de las ramas!"-gritó la mujer
-"No quiero ver morir así a ese inocente"- gimió el esposo, cubriéndose la cara con las manos.
El aprendiz no lo pensó dos veces y separó sus manos nudosas y castigadas de las ramitas casi transparentes de las que se asía. Dudó sólo un instante, parpadeó... en ese momento descubrió con sorpresa que ya era capaz de caminar entre las nubes...y de dominar el aire...
Con perezosa alegría empezó a alejarse, rasgando suavemente el silencio de pánico que había atenazado las gargantas de sus dos carceleros.
Siguió por el cielo haciéndose más y más pequeño.
Antes de diluirse por completo entre nubes, dicen que se volvió y exclamó:
"Gracias a los dos...por esta maravillosa enseñanza"
Y he aquí el único secreto: que no existe magia, que no existe secreto, que la voluntad de aprender nos hace tomar lecciones de las situaciones más duras y ejemplo de las personas más execrables....
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