Luces sin pestañas, que pestañean.
Ranas que cantan a fragmentos, atragantadas de la propia humedad que celebran.
Tamborileos de dedos afiebrados que pierden el ritmo. Y lo retoman. Y lo pierden. Y lo retoman. Intermitentemente. A los saltos.
Puedo.
No puedo.
Puedo.
No quiero.
Quiero.
No puedo.
Ando intermitente, como poniendo luz de giro todo el tiempo, en una curva infinita que se enrosca sobre sí misma, en una loca espiral.
Ahora me tocaron tres días de cama, gripe, ensoñación, dulce confusión de los sueños con la realidad, eso de despertarte y mirate las manos para ver si siguen iguales, porque en el sueño aparecían marcadas con raros signos...eso de abrir los ojos en la oscuridad y que te tome varios minutos reconocer tu cama, esta cama, esta casa, porque venía de un estado onírico en el que mi cuerpo se columpiaba en una hamaca tendida al sol, quién sabe dónde... ese fundido tiempoespacio que amasa nuestra mente entre la fiebre y los recuerdos...
Levanto la vista entre brumas de congestión: llueve.
La tarde (¿o la mañana?) se ve a través de mi cortina blanca como un tul raído, perforado de gotas que porfían, se aglomeran....caen... pluc...pluc... intermitentes también, en el vidrio benefactor que me separa del frío.
Llueve. Maldita tristeza de lluvia, además.
"Siempre que te echan de tu casa, llueve" dice Galeano, que dicen los pibes sin techo.
Pero en honor del interruptus/proseguiptus (naaa....no sé latín,estoy inventando) tengo una esperanza sin fundamentos de que mañana salga esplendoroso el sol.
Que tenga tiempo para bloggear a gusto.
Que me enamore del tipo correcto (correcto para mi corazón, no para mi economía, ni para la desprestigiada opinión pública de la familia)
Que me salgan las cuentas.
Que las luces sin pestañas, no pestañeen.

Que no me sienta fuera de mi ambiente, en ningún ambiente.
Que no me ganen la pulseada los fantasmas.
Que sea un día de amorosa pre primavera.

O que llueva, pero que no me echen de mi casa.

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