Y después del desgarro...seguí pensando...en cómo son de maravillosos los chicos y los jóvenes, en cómo se sobreponen a las pesadillas mas abyectas.
Pensando en las gentes que son merecedoras de la confianza que hemos abrigado y sabido cultivar. En esas personas que nos reconcilian con la profesión de enseñar, que nos muestran en el límpido pizarrón de sus gestos cómo es de posible amar a los niños.

Y me vino a la memoria (esa traicionera...mirá vos en qué momento de la madrugada se viene a activar...) un fragmento que estaba citado a su vez (creo!) en El Alquimista.
La cuento mas o menos:
Dicen que un día bajó del cielo la Señora María. Que en sus brazos llevaba al Niñito Jesús. Que se acercó a un monasterio donde vivían unos cuantos hombres de Dios, quizás, tan solo a saber "qué onda con ellos".
Los monjes eran serios y conspicuos, y formaron una fila disciplinadísima a fin de mostrarle a María sus dones: uno sabía todos los nombres de los papas de memoria, otro cantaba en latín, el de más allá...vaya a saber. Entre los monjes había uno, muy humilde, que era hijo de unos artistas de circo. Deseaba con todo el corazón ser digno del Niño Divino, pero era un simple, no sabía latín ni griego, no había leido casi nada...
En su afán por darle algo al pequeño Jesús, se acercó a él y empezó a regalarle lo que sabía: unos malabares, con las naranjas que llevaba en los bolsillos de su túnica... Sentía sobre sí la mirada reprobatoria de los otros, pero movido sólo por una energía de amor, se arriesgó al regaño.
Y dicen que el bebé palmoteó de alegría y que fue en brazos de ese monje, y no de ningún otro, donde la Virgen dejó unos instantes a su preciado hijito.
Entre otros...

Automedicación: siento ese alivio de conocer personas en cuyos brazos dejaría a mis hijos. Personas alegres y transparentes, profundamente confiables. Que no están siempre sonrientes, pero me transmiten la apacible serenidad de la confianza. Que no me importa si no saben latín o no visten con elegancia: abren sus corazones y dejan ver. Y es lindo ver ahí dentro.

Que el pequeño Budha, el niño Krishna, el niño Jesús, la niña que fui,( y la que conservo) bendigan a estos seres que redimen a todos los demás.

2 comentaron esto...:

Vigo dijo...

Me da que el niño Jesus en este caso era un poco zote. No se fie de lo que diga Coelho.
Perdone por si fui frívolo, pero venía de leer a Bob Chow y se me contagió.

verarex dijo...

Jajajaja
Zote??
los evangelios apocrifos lo pintan como un chico de muy mal genio eh?
(no se fíe de las versiones edulcoradas, che...)

Y Coelho...me da igual!! A ver...he leido con el alma en un hilo a Lin Yutang, con los puños cerrados a Pedro Páramo, con deleite a Girondo...que se yo...
No me jode leer a Asimov en lugar de a Hawkins...

Aprendí que todos tienen una palabra que me sirve (aunque sea por la negativa)

Salvo discursos políticos...leo prácticamente todo. Y aprendo, eh.
No se crea.

De Bob tambien (mucho)

Gracias por su coment!

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