Resulta que el caballero, profundamente estudioso de las filosofías y tradiciones intelectuales más diversas, traza una cartografía de la inteligencia colectiva posible en Internet usando como modelo las estructuras angélicas más antiguas de que se tenga memoria escrita.
Escrupulosamente, metódicamente, convincentemente -como buen antropólogo- fusiona las historias de querubines y cuerpos diáfanos con las bondades de la virtualidad y la democracia.
Suena disparatado, pero leyendo a Lévy da gusto sentirse identificada con esa locura a medio camino entre la espiritualidad y la tecnología.
Ah...!
Qué gran placer leerlo, maestro.
Me ha reconciliado con mi Ángel inspirador.
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