Pensar que cuando era peque, la frase "estar en las nubes" era descalificante y peligrosa. Estás en las nubes en clase: tenés un uno. Estás en las nubes en la cocina: se hierve la leche. Estás en las nubes en la calle: bocinazo, el semáforo aún no había cambiado.

En la adolescencia estar en las nubes era más tolerado y tenía que ver con la ensoñación romántica el 99% de las veces.

Ahora estar en las nubes es no enterarte de que acaban de voltear a las torres gemelas (juro por Dios que me pasó) o no darte cuenta de que te pegaron un tajo en la cartera y se hicieron con tu magro salario.

Pero han aparecido en mi vida unas nuevas nubes, nubes de palabras que me enamoraron a primera vista. Me hablan, me hacen guiños, comparten su carga conmigo de inmediato. Han tenido su éxito, y su nombre estrafalario incluido, y su estampilla de ser muy dospuntocero. Patrañas, mis pobres nubes apalabradas.

Ellas son (suenen trompetas) las nubes de tags.

Niñas mimadas de los blogs de gente seria, que escribe sobre Tecnologia (sin tilde) o sobre Redes, o sobre cosas importantes como Marketing Viral o sobre cosas medio pajaronas como curiosidades en google.
Las nubes de tags nos revelan, a golpe de ojo, de qué va la cosa apenas entramos a un sitio o a un blog, de puro curiosos. A mí me han ahorrado tiempos enormes: miro la nube de tags y veo un enorme palabrón que destaca por ejemplo Conferencias... huyo velozmente y sin culpa ni pudor. Un sitio que tiene la palabra arte o diversión en su nube, me llama a permanecer. Y así...

Ahora, he dado un paso más. Me dispuse a usar la herramienta de las nubes de tags para que otras personas se sirvieran de ellas como lo hago yo: como referentes y disparadores de ideas, algo así como mirarle los zapatos a los caballeros (esa es una manía mía, que puedo hacer) o, cuando se está conociendo a una persona, fijarse en algún mínimo detalle revelador (no sé...si se sienta al borde o en el centro de la silla, si levanta la voz cuando cree que tiene razón, cosas de ese estilo)


Entonces inventé un artilugio bastante digno del rip, mix & learn que también es parte del estilo 2.0. Lo aplicamos por primera vez en un seminario para estudiantes de matemática, después lo usé en un curso de Internet y educación, y ahora lo estoy reciclando para evaluar una serie de talleres y ponencias.

Es así:

  1. Uso un formulario en googledocs para hacer las preguntas que originarán la nube

  2. Reúno todas las palabras recogidas en el docs, las ordeno (casi siempre con alguna herramienta tipo office, bueno, cualquiera que tenga una funcion "ordenar") y si algunas se pueden agrupar, las agrupo. Por ejemplo si aparecen las palabras: feliz felices felizmente pongo "felicidad" tres veces y ya. Ok, es un poco de canibalismo, pero así funciona mejor
  3. Vuelco todas las palabras en la web de TagCrowd y dejo que se forme la nube de etiquetas.
  4. Por último la capturo, a veces la coloreo (a veces no...) y la expongo donde se la pueda ver/admirar/apreciar/servir de puntapie inicial.
Aqui va una nube de muestra, tan sólo miren y ensayen respuestas... ¿a qué pregunta responderá?

vacíos

1:25 a. m. | 2 Comments

Las dos sillas están vacías.
Una, porque él no ha llegado.
Otra, porque ella se fue.
Entonces las tardes grises son más grises: porque él, que no llegó, no llega nunca, porque no trae su dulce carga de abrazos, su aroma de pan tostado, sus ojos de estrellas atardecidas.
Y porque ella no regresa multiplicada en oportunidades de volver a estallar de júbilo, porque ella no se repite en otras, porque ella se ha convertido en una mala sombra que engendra rencores rancios y empaña hasta la felicidad pasada.
Sobre el doble dolor se teje, con agujas de letras, un delgado hilo de comprensión.
Son almas las que hablan y sueñan, y comparan heridas, y suspiran su paralela soledad. Sus vacíos simétricos y opuestos se sientan largamente en las sillas heladas, y desayunan penas en una peligrosa rutina de simulación.
Ella que dice ya no te espero, pero miente y espera, mordiéndose los labios para evitar el derrame tóxico de su amor .
Él que se mortifica porque el amor no le sale ni juntando fuerzas para imitarlo. No miente, no hace falta: una afilada espina púrpura clavada hasta los huesos es el recordatorio.
Entre los espacios en blanco, caracoleando, se cuela un viento sucio y tibio. Trae más nostalgia, más ansias. No parece haber consuelo por aquí.
Se sufre por amar demasiado, se sufre por no lograr amar... Las sillas impecables siguen vacías, un eterno día en greyscale se abate sobre las almas.

Cerca -tan cerca- el rocío está besando con delectación de amante unas hojas tiernas.
Bastaría levantarse de la silla y estirar los dedos, sólo eso, ese breve gesto, y la primavera volvería a comenzar.
La diosa tecnología no habla español. Esa frase la leí, en mis tiempos de estudiante universitaria, en un apunte de política educativa. De Las venas abiertas..., de Galeano, sí. Me trencé a pelear un poco con el profe, quien luego sería mi colega y más tarde mi amigo. Que se pasan de xenofóbicos, hey. Que no se gana nada con cerrar los ojos. Que mejor aprendamos también inglés y en todo caso, metámonos en su terreno y ganémosle el punto desde adentro. Que me harta la huevada de que no pueden usar tecnologías porque las instrucciones están en inglés. ¡Si vienen llenas de dibujitos! ¡Las puede seguir cualquiera, che!


(Y me duró el enojo)


Hoy andaba buscando data sobre ese neogénero de escritura que se parece a los consejos de cocina de Doña Petrona, y que se identifica como "píldoras informativas". Y entre muchas cosas bastante entretenidas (en el paseo me olvidé del propósito inicial de la búsqueda, como suele suceder) me topé con un artículo que hablaba acerca del buen diseño o de las buenas prácticas en el diseño, que deben tratar de seguir las instrucciones para hacer algo.

Una píldora informativa acerca de las píldoras informativas.

Abordaba asuntos tales como si es conveniente que sea sólo texto, o sólo gráficos, si las instrucciones de ensamblado de un objeto conviene iniciarlas con la imagen del objeto completo, o si es mejor hacerlo "aparecer" pieza por pieza. Y más.

Criticaba algunos errores frecuentes al transmitir instrucciones (los cuales me parecieron, curiosamente, interesantes sugerencias didácticas) tales como dar conceptos por supuestos, omitir pasos en la descripción, o esperar al final para advertir lo que puede pasar de no seguir esa secuencia...
Y -frutilla del postre- una mención especial para un caso curios y práctico (así catalogado)

Se trata de un envase de medicamentos, de uso crítico para la salud, dirigido a una población con un alto índice de analfabetismo (iletrismo, dirían los puristas, ok)

Este dispositivo se utilizó (¡dicen!) para distribuír la ayuda humanitaria en Afganistán.
Permítanme la itálica de humanitaria, pero me sale de las tripas.
Se trata de un envase que habla. Le dice al paciente qué contiene el envase, cómo usar el remedio, con qué frecuencia, las contraindicaciones, los efectos colaterales, la fecha de vencimiento.
Para mi mal galardón el artilugio se llama Rex.

Ok, pero la idea es buena, admitámoslo. Más allá del costo (que imagino, alto) la idea tiene lo suyo. Pensemoslá para ciegos, por ejemplo. Para ancianos, que tienen dificultad para leer. Para iletrados, bueno, finalmente, también.
Este envase tenía un dispositivo que permitía ser escuchado en pashto, la lengua local de Afganistán. Grabada por una voz humana, con su tono afgano, para más datos.
Y creo que de fondo le ponían una musiquita que empezaba asi: Oh, say can you see by the dawn's early light... porque la diosa tecnología no habla español.
(Naa...esto último es mentira)
(Creo)
(Ups! Estoy dando ideas!)

El viernes pasado me compré (y el domingo terminé de leerlo...ay!) el último libro de Daniel Pennac, que se llama en español "Mal de escuela"

Lo compré porque era de Pennac, no porque hablase de escuelas (al mismo tiempo compré otros tres de la más diversa calaña...para compensar...jaja)

Chagrin d´ecole no sé si es exactamente "mal de escuela". Chagrin se parece más a "malestar" o "disconformidad" o "disgusto"

Un libro dedicado a los alumnos que la escuela considera un fracaso: los malos alumnos, los que no entienden nada, los que repiten de año, los que están sentados en la clase pero nunca "están" allí.
Daniel Pennac habla en primera persona, mezclando su exquisito manejo de la gramática (francesa!) con las anécdotas familiares totalmente creíbles o los minúsculos microcapítulos del libro (de menos de una carilla) donde se permite agregar una simple aclaración.

El señor Pennac era un mal alumno, un adoquín, un zoquete (como traducen al español su francesísimo "cancre") y nos cuenta su dolor y el padecimiento del mal alumno en el engranaje impoluto de un sistema planificado sólo para el éxito.
En su libro habla de su pasado de "cancre", de la desesperación familiar por su ineptitud, de los cuatro profesores que "le salvaron la vida" (¡qué inspiradores esos cuatro colegas!) del amor que lo lanzó hacia la posibilidad de la confianza y el éxito, de su preocupación luego, como profe, por esos alumnos "especiales", "duros", "zoquetes".
Habla con fe de sus métodos eclécticamente no convencionales, de los alumnos que lo reconocen por la calle, en bares, en aeropuertos, en librerías... Es vivificante leer su metamorfosis.

Habla, en cambio, con cinismo o tristeza confesa, de la Escuela de la República. Esa escuela pública, gratuita, académicamente rica y democratizadora que Francia levantaba como estandarte en Mayo de 1968.

Al respecto, Pennac dice:

"Mayo del 68 era un movimiento anticonsumista, pero cuando sus efectos fueron desvaneciéndose y la sociedad francesa adoptó formas más liberales, entonces irrumpió el consumo de masas también en la escuela. Los niños y los padres pasaron a ser clientes y consumidores. Y la escuela no tiene nada que vender. Imparte saber, transmite conocimiento, algo que es necesario pero que raramente se desea. Hoy muchos chicos parecen un escaparate al servicio de diversas marcas. Los que tienen libertad de espíritu respecto a esa clientelización de la enseñanza son los que saben resistir mejor los espejismos del consumo".

En el libro dedica un capítulo entero a hablar del discurso del marketing que travestido de nuevos lenguajes empuja, impregna, provoca y juega sucio para colonizar sin objeciones los -magros- tiempos de la escuela. "La escuela tiene que abrirse a la publicidad, pues esta terminará siendo un tipo de información, materia prima de la instrucción" Pennac escucha esa frase en un programa radial que aboga por liberar a los niños del "guetto escolar" (qué amables, qué modernos, qué buena suerte que están los marketineros para decirnos a los maestros que somos unos parias del sistema...)
Y no se trata del lamento borincano de un viejo profesor despotricando por lo mal que hablan los chicos, producto de escribir sms en código, o porque se han perdido las buenas costumbres de los viejos tiempos... diría que Pennac está justo en la vereda de enfrente de ese modelo. Bueno, yo también. No me espantan los adolescentes vagos para leer y diestros en los videojuegos, pero tampoco creo que son el prototipo de una nueva inteligencia.
Son, por el contrario, víctimas del chagrin d´ecole. Resignados o peleadores, son los pibes que bostezan con descaro o te miran con unos ojos que no dejan resquicio de duda: no te miran, no te oyen, no entienden un pepino de lo que estás hablando, "te dejan la cara y se van". Se aburren, se vacían, sufren el mal de escuela, pero sus profes también lo sufren.
Lo malo es que los profes se han olvidado
Se han olvidado de que un día ellos tampoco sabían.
No sabían cómo se reconoce un objeto indirecto, no sabían en qué año nació Kepler, no sabían qué función tenían los estrógenos (no, profes de ciencias, en serio, hubo un tiempo en que NO lo sabían!) y así...hasta el infinito.
El mal alumno, o el que está en la luna, o el que no avanza, o aquel que manifiesta o silentemente expresa que nuestra materia o especialidad le importa un rábano porque no tiene nada que aportar a su vida.... ese debería ser nuestro alumno ideal.
Así lo entiende también Daniel Pennac, que se queja de que los profesores han perdido el sentido de la ignorancia.
Me hizo acordar a un brillante consejo de Seymour Papert, que aconsejaba a quien enseñara a usar la computadora a otro ponerse en cuclillas a su lado. A su altura, mirando juntos la pantalla. No tomes el teclado por él, no le quites el mouse y lo hagas: sólo baja desde tu altura (en mi caso, el pedido es casi chistoso) y ubicate a la par. Y mientras lo haces, mira el problema cómo lo hubieras mirado cuando aún no sabías.

En síntesis, a medida que iba leyendo la transformación del "zoquete" Daniel Pennachioni en el profesor y literato Daniel Pennac, se me fueron apareciendo en frescas hileras de recuerdos algunos profesores y maestros que servirían de ejemplo para ambos extremos del péndulo. Tuve suerte: me acordé antes de los buenos que de los malos.
También el recuerdo de compañeras y compañeros de estudio estigmatizados como "malos alumnos". Me pregunto qué será de ellos hoy (mmm... deberé bucear en Facebook...jaja)

Un gusto precioso este libro. No le doy 5 estrellas porque sería un insulto al mal alumno que lo ha escrito. Le doy 4, pero las cuatro mejores, las cuatro que quiera, las cuatro que le marquen el norte dondequiera que esté.

Y unos links:
Aquí, una entrevista a Daniel Pennac acerca de este libro.
Una carta de Rimbaud a su maestro Izambard, devenido pronto en su mentor literario.
Otra entrevista, a Jacques Ranciere, filósofo marxista que rescató la figura de Jacotot, en su libro "El maestro ignorante"

El experimento

12:56 a. m. | 5 Comments

Estoy perdida
alejada
enganchada
seducida
ida
dejándome llevar por la corriente
soy un cornalito, sí, sí...
soy una más en esto
soy "amiga" de gente que no he tocado en mi vida
estoy en el torbellino

Soy juez -y parte- del experimento
(¿la doble condición anula su validez?)
Ando poco por mi propio blog...
Maldición....va a ser un día hermoso...!

Son los efectos de esta nueva droga
que llaman FACEBOOK


El experimento de enredarse en una red en la que todos los peces quieren ser capturados resulta, como poco, inquietante. A mí me ha reavivado atávicos miedos y curiosidades que creía sepultadas por la evolución...

Facebook me parece un monstruo a medio camino entre lo humano y lo tecnológico, tiene algo fascinante y aterrador la mezcla. Me siento un poco el doctor Frankenstein, un poco, no mucho, ya que la criatura muta a los saltos, día tras día, se devora lo nuevo y lo vomita convertido en muy otra cosa, naturaliza las declaraciones más humillantes como "tal y y tal han dejado en claro en Facebook que estan comprometidos" (y con un icono mínimo de corazoncito -el summun plus de la cursilería- Facebook declara que esa persona está casada aquí, porque aquí lo dice, y basta con eso, la palabra del usuario tiene categoría de ley....tiemblan las filosofías clásicas, mientras los lacanianos se regodean con las punzantes cadenas de significantes caídos....)

Braceo con dificultad por el mar atestado de nombres y de caras y de tests que no me interesan y de personas a las que no les importo pero "que quizás conozca". Me ahogo de a ratos, volviendo estúpida y porfiadamente a la orilla, prendida de un ancla que dice "inicio" y que me engaña con ilusión de libro del Génesis universal que lo explique todo. Trago saliva, trago letras, trago botones y clics, interminables, enrollados, sucesivos, solidarios con el nuevo tic que ostenta mi dedo índice. Me enfado, me fastidio, me divierto, me sorprendo, intento -sin el menor éxito- reducir mi tiempo en este sitio que no es ni siquiera un sólo sitio, sino una telaraña pegajosa y tentadora de nuevas puertas que abrir...

La mejor parte es que las neuronas se me desentumecen y se frotan, impúdicas y móviles, axón-dendrita, dendrita-axón, rociándose unas otras con delgadísimos puentes nuevos, casi que las siento crepitar y contarse micronovedades.... Piensa, piensa, conecta, teje ideas, veramarina, no es tiempo perdido...es puro goce y comunicación. Usar es comunicar, dice Alejandro, y la forma de uso es la poética de esta red...

Dice un antiquísimo proverbio que lo último que los peces investigarían sería el agua.

Y bien, bocones anaranjados koi, estamos un paso adelante de ustedes, pues. Nadando, flotando, mirando con deleite y susto, totalmente sumergidos en el experimento facebook.

Del 16 de noviembre de 2008, hace innumerables horas y días, un post imperdible de Hernán Casciari.
No copio y pego nada, hay que leerlo. Vale la pena.
A golpe de clic.

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