Dicen: el fuego purifica, el fuego limpia, el fuego todo lo esteriliza.
Pero aquí no, nada de eso... este fue un fuego impúdico y degenerado, un fuego apestoso y ladino que se cargó sobre todo recuerdos: fotos, baberos, juguetes, primeros dibujos, primeros zapatitos.
Un incendio, hecho y derecho.

Ya no importa cómo empezó ni por qué, pero indudablemente pega un hachazo en la vida de todos los que rodeamos -emocionalmente, se entiende- a esa casita en la zona de chacras.
Ahora que lo escribo siento y me temo que sí, que importa, ay, importa y exporta, lleva carga, dobla la espalda...

Fuego en el cielo: se quemó la casa de mi hermana.
Se quemaron un montón de cosas, se chamuscaron otro montón, se tiznaron los sueños y los peluches, se ennegrecieron las sábanas, las ventanas reventaron como rosas de vidrio, primavera-dolor, lágrimas hirviendo...
Fuego invasor hediendo a rabia, fuego que derritió cosas queridas y devoró los pedacitos de esos breves elementos que nos construyen: una cinta trenzada, un llavero que trajimos de algún sitio, los imanes sobre la heladera, el fondo de pantalla de la compu -derretida como una monstruosa manteca gris perla-, las ecografías de los bebés que ya no son bebés, los regalitos artesanales del día de la madre, las marcas en la madera de la puerta, que iban contando su historia del crecimiento en lenguaje de puras rayitas...

Dice que las paredes calcinadas rezumaban un humo lento, como aliento de un moribundo...
Que los bomberos aplastaron el calor y lo trocaron en una mojadura entremezclada, un tiro de remate al desastre, que provocó aun más tristeza, más desolación.
No se pueden agregar muchas palabras, Benedetti opinaría que "es arduo decir algo que realmente no sobre".
A la noche del día siguiente, mientras intentábamos resoplar y hablar de otras cosas, patear aunque sea para mañana la resolución de los muchos interrogantes que se encendieron con el incendio, le dí a Cielo su cangurito de peluche, un poco más tostado de lo debido, pero limpito y fresco después del paseo por mi lavarropas. La ví abrazarlo con una sonrisita aliviada, acunarlo amorosamente, mostrárselo a mamá con inocultable orgullo. No todo se quemó, pensé.
Habrá que hacer de tripas corazón, aprender más, tomar la feroz lección, recomenzar, pelear.
Cielo, después del Fuego.
Qué poco sutil te salió la metáfora, Señor de Arriba.


5 comentaron esto...:

Anónimo dijo...

Es cierto......?

Anónimo dijo...

tal vez lo que le diga sobrará, pero sepa que lamento lo ocurrido, y que me alegro que los suyos estén con Ud.

verarex dijo...

Es cierto "anonimo": un incendio de verdad...
Una enorme pena...

verarex dijo...

Recibido fafi, ahora veo...

No sobra, Flacus.
Gracias.

Anónimo dijo...

Ayyyyyyyyyyyyy,,,,
lo siento,,,,
lo siento de verdad,,,
en mi euforia por darte,,,
no leí tu entrada,,,
olvidate,,,
acá estoy para lo que necesites,,,
ni lo dudes,,,
UN GRAN ABRAZOOOOO
de verdad,,,

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