Como ya sabemos, allá en las lejanas arenas del tiempo mítico, los incansables ciudadanos griegos pasaban sus días poniéndose de acuerdo en las sucesivas versiones de los padres e hijos, amores, desventuras y pasiones de sus dioses y semidioses.

Los semidioses o héroes eran una especie curiosa de sujetos: hijos de la mezcla -frecuente- de dioses y mortales, venían a ser algo así como la certificación de que los Magnos del Olimpo se dignaban bajar a darse una vuelta por los bajos mundos cada tanto.

Estos semidioses se distinguían por un rasgo físico, o por portar un objeto. Su genealogía se atesoraba celosamente, y cada región tenía su héroe local, con el cual, gracias a los lazos de familia, todos tenían algún grado de parentesco. La teoría de los seis grados de separación (aún sin ese nombre) se cumplía a rajatabla, porque todos querían ser parientes del héroe, aunque fueran parientes lejanos o parientes pobres.

El resultado era un magnífico acuerdo de identidad o pertenencia: en este pueblo TODOS somos parientes de Hércules (o de Teseo, o de Psique, o de Aquiles) y sanseacabó.
Bastaba con pertenecer al pueblo o a la región para ser una hebra de aquella red.
No importaba tanto el "acerca de mí" como el "acerca de mi red de gente".

Pero vaya usted a saber, quién sabe si esos oscuros e ignorados habitantes del mundo normal y comuncito no soñaban también con tener sus 15 minutos de inmortalidad, su invitación a las bacanales del Olimpo, aunque más no fuera una sola vez...

Esta costumbre que tengo de anudar el pasado y el presente... me puse a pensar qué de esta costumbre aparece en las redes en las que me muevo.
En mi barrio: nada. Vivo más tiempo fuera de mi casa que dentro, no me sé los nombres de todos mis vecinos. Si alguno de ellos fuese un semidiós, yo, tan fresca.
Pero en los barrios de la Red...hum....veamos...

A la consabida y superanunciada muerte de los blogs se anticipó una movida de inflación de los egos bloggeros mediante cientos de artilugios para "captar" lectores (o "pasadores")
Fusilar los contenidos mediante repeticiones insulsas. No decir nada. Decir lo que otro dice añadiendole un simple "vía tal" ( y mucho mejor si "tal" es "famoso", o "conocido", un semidiós si se puede...)

En los blogs de la segunda o tercera vuelta empezó a ser más importante el "acerca de mí" que el contenido. Empezamos a disculparnos unos a otros por la falta de originalidad y nos convencimos mutuamente de que era igual de bueno "compartir" lo que se le ocurrió a otro blogger más inspirado, o con más tiempo libre para andar por la red pescando novedades, que pensar y difundir una idea propia.

En Facebook esa tendencia se acentuó: ¿quiénes son tus amigos? ¿tenés amigos conocidos? ¿a ver quién escribe en tu muro?
No importa que la celebridad haya aceptado tu solicitud junto con otras 27 el día de hoy (y 32 de ayer, y 45 de mañana...) "La mancha digital" como dice Alejandro Piscitelli, aparece como un zarpullido. Mi fotito de 55 pixeles, junto a otros 55 democráticos pixeles de...que se yo... Martín Varsavsky, por ejemplo.
¿Me ves ahí, ahí al lado?
Si me ven, existo. Es la modalidad que parece venir al galope en este nuevo mundo que se reinventa cada tantos días sin resuello.
Ya no necesito recordar mi pueblo, mi región, mis antepasados ilustres. No importa si no han bajado dioses a mi barrio a aparearse (qué cochinos) con efímeros mortales.
El barrio está en las nubes ahora. Qué bien dicho... computación en la nube, vamos hacia allá...
Ahora resulta que me valido si muchos me ven (o me leen, o me siguen)

La marca del semidiós te alcanza en forma de añadidura en el Facebook, de seguidor en el Twitter. La mancha que te toca y te trastoca puede ser una etiqueta que te catapulta a la derecha de una celebridad durante un día completo. Un suceso afortunado que dispara tu blog o tu perfil a la primera plana de un diario (eso equivale a miles de visitas, los anunciantes se relamen con golosa fruición).

El gran terror contemporáneo es el anonimato, dice William Deresiewicz en El fin de la soledad (yo lo lei en el blog de Dolors... es que leemos a los que leen los que nos leen...)
Pero ¿será tan nuevo ese terror?
¿No sentirían los humildes habitantes de la Grecia concreta el mismo sinsabor de pasar inadvertidos si no tenían alguna marca de celebridad, algún conocido ilustre de quién presumir?

Quién sabe si esas intrincadas catalogaciones de dioses, semidioses, héroes, ninfas, sátiros, musas....uffff.... no son el anticipo clásico de la folksonomía.

Y así la celebridad de los héroes cobraba pleno sentido en las múltiples maneras en que un mismo híbrido de dios y gente podía ser etiquetado.
Uno podía sentirse dichoso de tener algo que ver con Afrodita, o desdichado por lo mismo...
Mira, princesa Aracné, condenada por Afrodita, nunca serás semidiosa...pero no sabes de qué monstruosa red te has salvado, sigue tejiendo...date por satisfecha.

0 comentaron esto...:

About