Parece que en todas las culturas el asunto de las cantidades y los conteos de las cosas naturales han derivado en una asignación de caracter especial, mágico, divino, a los números.

Ya el viejo Platón los ponía en un nivel más puro, más cercano a la luz de las ideas, menos banal, menos apegado a la cotidiana fluidez de lo continuo... Bien sabido es que uno empieza a contar cuando puede separar los objetos de uno en uno.

Que "vive" el desmembramiento cruel del uno cuando se percata -horror, primer horror- de que la madre es OTRO, de que somos uno y uno, dos. Por eso creo que el número dos tiene mala prensa sagrada. El UNO , claro que sí, el uno, lo único, la unidad. El dos es la corrupción del uno sagrado.
Por eso "segundón" es despectivo.
Por eso no se festeja el segundo puesto.
Pero también el dos es la pareja. El casal. Dos que se hacen uno solo. El doble, el replicado, el espejo, el clon, el hijo que te perpetúa. Dos para redoblar el esfuerzo. Dos para repartir la carga. Dos para la simetría. (vayan a hacer diseños simétricos con el uno, y vamos a ver...)
Dos ojos para verte mejor, dos orejas para escucharte mejor, dos brazos porque así podré contenerte y asirme a tu cuerpo cuando lo necesite mucho, dos piernas porque ¿de qué otro modo escapar, si no es haciendo el ritmo del uno-dos, uno-dos?

La cultura binaria celebra la existencia del dos para convalidar toda una historia preciosísima de antinomias, desde el Bien y el Mal hasta el sol y la luna, el día y la noche, Caín y Abel, lindo y feo, arriba y abajo, hambriento y saciado, verdadero y mendaz, vivos y muertos...
Innegablemente el dos tiene que tener un significado sagrado, cae de su propio peso.

¿Y el tres? Me encantó la explicación cuerpocéntrica acerca del carácter mágico de los números que expone Lia, un personaje de la novela "El péndulo de Foucault" de Umberto Eco.


"Tres es más mágico que todos porque nuestro cuerpo lo ignora, no tenemos nada que sea tres cosas, y debería ser un número misteriosísimo, que atribuimos a Dios, dondequiera que vivamos."

Que de uno y uno, que son dos, hablando de cuerpos, salen tres es una verdad que se sabían sin necesidad de erudición los primeros protohumanos. Visto este punto, me pregunto, junto con Lía "¿se necesita un profesor universitario para descubrir que todos los pueblos tienen estructuras ternarias, trinidades y cosas por el estilo?"

Y así sucesivamente, el cuatro es mágico y cabalístico porque son dos veces dos, porque son cuatro las patas de las bestias que asuelan los primeros poblados humanos. Dos manos más dos pies, cuatro fases de la luna: ahi está de nuevo el cuatro, ya es sagrado. El cinco son los dedos de la mano...

Y el seis, y el hermético siete, y el ahora digitalmente famoso ocho, y el nueve, y los decálogos sobre casi todo. Y así, interminablemente, todos los números y todas las cifras tienen su encanto y su motivación para ser extraordinarios.

El mundo moderno sigue su disputa en torno a si la naturaleza refleja la matemática o si la matemática se obstina en encontrarle explicaciones numéricas a las cosas naturales. Las florecitas pentapetagonales, los períodos exasperantemente exactos de las mareas, las facetas del diamante, las proporciones áureas. Y ni hablar de la teoría de los fractales o de la matemática difusa, tan conveniente a los pensamientos sagrados como a los profanos.

Los números, casta sublime entre los objetos que produce la mente del hombre, son elementos de lo Sagrado y por eso mismo entran en la categoría de intocables: para manipularlos se debe seguir rituales, y no cualquier ritual, sino un señor ritual, con iniciación y prueba de fidelidad incluida.
Yo, lo admito, no he superado los rituales más básicos necesarios para pertenecer a sus huestes. Me contento, con callada humildad, con apreciar a quienes han entendido de veras el secreto que confiere a los números su cualidad de mágicos. Para quienes no comulgamos en ese altar platónico queda eso: la humildad. Hay números sagrados para la cábala, para los pitagóricos, para los masones, para los ministros de economía.

Uno debe tratarlos con la reverencia que se merecen, siguiendo las reglas que están minuciosamente descriptas. No seguir las líneas de estos rituales se considera un acto sacrílego, lógicamente, un camino contra natura que violenta la milimétrica posición donde cada cifra debe reposar o agitarse, según corresponda.
Hay quienes logran sumergirse en las frías ondas del mar de los números y salir a flote. Y hasta disfrutan el chapuzón.

Peligrosamente, algunos se vuelven casi nativos de estas sopas de símbolos y enloquecen explicándote el cuadrado mágico de la Sagrada Familia, de Gaudí , por ejemplo.

Los que elegimos las letras y sus sonoras permutaciones, miramos desde la orilla, con ojos recelosos, con la mirada cautiva de la incomprensión.Ensayamos torpes aproximaciones, como ésta.

En el fondo nos sabemos parias de ese mundo de entes iridiscentes que todo lo nombra, todo lo ordena, todo lo discrimina, todo lo somete a su dura ley.


Dedicado a Sú, "la jefa", que posee el raro don de conjugar
el amor por los números con el amor por la gente
.

8 comentaron esto...:

Flacus dijo...

precioso, Vera.

Notó que muchas cosas que menciona acerca de los números pueden también referirse a las palabras?

Es como si la orilla en donde está Ud. parada, fuera la misma que la de enfrente.

Casi un concepto zen, que un matemático identificaría con una cinta de Moebius...

Saludos,

Flacus

Eduard Batlle dijo...

Un beso,

Eduard
Girona. Catalunya.

verarex dijo...

Hola Flacus
(tanto tieeeempo! he de tentarlo con matemáticas para que aparezca che!)

Si,el isomorfismo de ambos lenguajes (números, palabras) es inevitable
Como que ambas son creaciones netamente humana

Ah...pero los números son suprahumanos...dirian los fans

Jaja
un abrazo!

verarex dijo...

Otro beso Eduard

O deberia decir "molts petonets!"

Venga una abraçada!!
Y fins aviat

VeRa

Anónimo dijo...

Que cosa! hace una semana que estoy tratando de llenar el mate con la cucharita sin contar cuantas son... pensar sin numeros es tan dificil como pensar sin palabras.

Anónimo dijo...

Por Dios!!! Acaba de abrirme los ojos ante un realidad que ignoraba... Ya mismo desecho mi absoluta convicción acerca de la existencia de los números y, a partir de hoy, toda representación de cantidad la reemplazare por: Nada, Poco, Mas o Menos o Mucho. No me va a decir que no es mas simple... Mire, con solo con cuatro... perdón, con poco, uno puede tener perfecta de idea acerca de cuánto está diciendo.

Muchos (o un número a elección)besos, pimpoyo.

verarex dijo...

San Bernardo: jajaja...!! muy bueno!!!
Y es cierto: dificil pensar sin palabras y contar sin números.
Salutes!

VeRa

verarex dijo...

Beto
dejeme pensar una respuesta...
jaja

cuanto hace ke no lo veo che!!!

VeRa

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